viernes, 27 de abril de 2007

CCXCII... Blanka-L.- ¡Agua va!

semana: 20-4-07
tema: Capa y espada.- Formato teatro

ganador: Blanka-L "¡Agua va!"

segundo: Martinidry "EL CANTO DEL ABURRIDO O POR LA GLORIA DE SU MADRE QUE, SALVO EN ESTO, SIEMPRE FUE UNA SANTA."

tercero: Gemmayla "Enredo, carácter, figurón y capay espada en una sola jornada y acto",
y Sonetodecuerda "Por un tintero"



"¡Agua va!"

DON DIEGO.— Hermano, bienvenido sea el calor que hace, tan sofocante, que nos ha traído bajo a bañarnos en este río ameno, en esta poza del molino del pueblo, como cuando éramos niños. Bendito sea el verano.
»Lejos las ropas, allí en aquellas piedras. Mi capa y mi espada, mis sedas, los estrechos borceguíes… Tu hábito asfixiante, la religiosa cogulla, los guantes… Lejos toda costumbre, lejos nuestros cargos mundanos, nuestro rango, nuestros pesados honores; lejos nuestras obligaciones y lejos, muy lejos de nosotros nuestras diferencias y nuestra discusión interminable sobre aquella pecadora mujer, o mujer pecadora que tenemos que juzgar…
»Hermano, deja todo y disfruta del agua y del sol… ¡Fuera esa discusión! ¡Qué alivio!
»Estamos solos, desnudos y el río se lleva lo que la tierra nos añade para burlarse de nosotros, nuestra pequeña y sucia condición manchada de barro. Y esa agua no volverá nunca, así que estamos limpios, somos dos hombres nuevos, los mismos dos queridos hermanos, lejos uno del otro tanto tiempo por los viajes, los estudios, la vida… Ahora somos hombres, pero nos lavamos el pasado y nos quedamos otra vez iguales en condición: niños, sencillos y desnudos, con los ojos limpios.
»Bendita sea la naturaleza y bendito seas tú, que siempre me ganas en estas lides de nadar. ¿Por qué te dio mi padre esos brazos tan largos, y mi madre esa nariz tan importante que sobresale del agua en cualquier circunstancia? ¡Reverendísima nariz la vuestra, reverendo hermano! ¡Dones que me negaron a mí, y así nunca puedo ganar!
EL INQUISIDOR.— ¡Regalos son de Dios! Él te da esta poza del molino para que te serenes y puedas ver su belleza, y así aplicarás Su ley, por encima de todas las cosas, tal como te estoy diciendo desde anoche. ¡Qué discusión tan cansada! ¡Qué ceguera! ¿No ves la providencia divina lo mucho que nos quiere y que nos regala? Es para que veamos un poco de lo mucho que nos tiene reservados y no aflojemos ni un punto así de nuestra obligación de juzgar bien según la Ley Divina.
»Y, por cierto, que aunque vos seáis el menor no es más pequeña vuestra excelente barriga, Su Excelencia. La magistratura le ha sentado de vicio a usarcé, señor hermano, y con esa ventaja en el arte de flotar, veo que me ganáis, que me ganáis sin que yo me dé cuenta. ¡Traidor!
DON DIEGO.— ¡Vive Dios que habéis de probar lo que es la ley de la naturaleza! ¡Agua va!
EL INQUISIDOR.— ¡Pequeño villano! ¡Habéis de rendiros a la Ley de Dios en el tormento! ¡Agua que os torna allá!
DON DIEGO.— ¡Hermano, hermano, tente, espera! ¡Que me ahogas! ¿No oyes como un ruido allá en la orilla? ¿Como una risa?
EL INQUISIDOR.— ¡Ahogaros debíais más aprisa! ¿Qué decís? ¿Qué ruido? No oigo yo nada.
DON DIEGO.— ¡Las ropa! ¡La ropa, hermano mío, hermano mayor, hermano desnudo y desprevenido! Que mientras estábamos los dos aquí hablando de leyes y de divinidades y de dones, ha llegado por el camino alguno más listo y más necesitado que nosotros y nos ha guindado lo que teníamos en pertenencia. ¡Nos lo han quitado todo!
EL INQUISIDOR.— ¡Laus Deo! ¡Ide detrás de él, aprisa, aprisa! Recuperadlo o tendremos que esperar a la noche para salirnos de esta agua tan fría ¡¡¡¡
DON DIEGO.— No me empujéis, buen amigo, que no puede la dignidad de mi magistratura salir corriendo in puribus impunemente por todos los contornos detrás de los mozuelos y los pillos del pueblo.
EL INQUISIDOR.— ¡Oh Dios!
DON DIEGO.— Ese, ese ha debido ser, para nuestro pequeño escarnio y un poco de escarmiento.

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