viernes, 28 de septiembre de 2007

CCCXII... Mens-Curiosa, "El encuentro"

semana: 15-09-2007
tema: "El secreto es el rey, cuídalo"
ganadora: MENS-CURIOSA
título: El encuentro

Catorce hombres de honor se congregaron en una noche sin luna en la más oscura de las estancias del castillo de su rey. Aunque la mayoría de ellos era de condición militar (oficiales de caballería, soldados de a pie y hasta vigilantes de las torres amuralladas), también les acompañaban dos clérigos de alto rango, obispos.
Aguardaron con nerviosismo la llegada de las dos personas que habían convocado la reunión, y que no tardaron en aparecer. Todos inclinaron la cabeza con profundo respeto cuando el rey y la reina, envueltos en ropajes que les camuflaban, penetraron en la sala.
Sin preámbulos, invitaron a los demás a tomar asiento alrededor de la larga mesa que dominaba la estancia. Pronto se enfrascaron en discusiones acerca de la estrategia que seguirían en el delicado encuentro que tendría lugar al día siguiente. Conversaron hasta más allá de la medianoche, y el eco de las últimas palabras de la reina les persiguió mientras emprendían el regreso a sus hogares. “El secreto es el rey, cuidadlo”, había dicho ella. Y los catorce hombres de honor juraron dar la vida por su rey, si era necesario.
Llegó el momento de la entrevista, que se había concertado en el salón del trono. La pareja real se encontraba flanqueada por un obispo, uno a cada lado, por los dos oficiales y los dos vigilantes. El resto de su cortejo eran ocho soldados rasos que se distribuyeron inmediatamente en una ordenada fila, delante de sus monarcas y de sus superiores. Todos ellos iban ataviados con vestiduras blancas, el color del escudo real.
Poco después hacía su aparición el soberano con quien iba a reunirse. Le acompañaba su esposa la reina. Como habían supuesto, no llegaron solos. Otros catorce hombres de honor les escoltaban, exhibiendo orgullosos sus atuendos, del mismo negro azabache que el de sus monarcas. En el intervalo de un suspiro, todo ellos adoptaron las mismas posiciones que tenían sus anfitriones y su respectivo séquito, quedando enfrentados.
Los dos reyes se midieron con los ojos, y bajaron después la vista hacia el suelo de la estancia, cuyas baldosas negras y blancas exhibían un diseño simétrico. Pero ni siquiera entonces sospecharon la evidente similitud que existía entre ellos y el tablero y las fichas de cierto juego.
En su morada, los dos dioses aburridos que habían dispuesto aquel encuentro se frotaron las manos y dieron comienzo a su peculiar partida de ajedrez.

18/09/2007, 17:05

CCCXI... Gemmayla, "El último dragón del cuarto regimiento", y Vichoff "El último Dragón (Homenaje a Ridley Scott y a 'Blade Runner')"

semana: 6-09-2007
tema: El último dragón
ganadoras: Gemmayla "El último dragón del cuarto regimiento", y Vichoff "El último Dragón (Homenaje a Ridley Scott y a 'Blade Runner')"


gemmayla.- "El último dragón del cuarto regimiento"

Maruja lava la colada a la orilla del Manzanares en el Ventisquero de la Condesa de la Cuerda Larga. Luce un sol de primavera radiante pero que trae un olor raro, diferente al de otras jornadas al olfato de la joven lavandera. Frota la prenda con frenesí para acallar la voz de sus pensamientos que le augura presagios funestos. No la quiere escuchar. ¡De ninguna manera!¡ Suficientes desgracias le han caído ya a su familia ¡.

Le encanta lavar la ropa por encargo. Antes acudían todas las mujeres del pueblo, pero desde que llegaron los franceses no merece la pena exponerse a riesgos innecesarios. Maruja se ofreció de buen grado porque le gustan la soledad, la corriente del agua arrugándole las manos con el jabón casero que elabora ella misma, la labor de ayudar a las demás mujeres. A su madre no le gusta nada que se marche ella sola por esos caminos del demonio cargada con el cesto de ropa sucia a muy temprana hora de la mañana y que regrese mientras todos sestean y ya han comido el cocido. Maruja está en los huesos y su madre quiere remediar eso para convertirla en una rolliza mujer que encuentre pronto marido. Pero Maruja no quiere casarse y convertirse en alguien rudo, aburrido y tosco como su propia madre. Sueña que su vida transcurre plácida en la soledad limpia de la corriente del Manzanares entre sábanas de lino y vestidos de algodón.

El olor de la espuma del jabón se mezcla con este nuevo hedor de sangre que se aproxima. Siente en su nuca el sonido del cabalgar cansino del jamelgo que se acerca flaco y desgarbado hacia la orilla buscando agua. Maruja cede al reclamo de su voz interior y vence su miedo de la única manera posible que se le ocurre en ese momento. Se gira bruscamente empuñando la pastilla de jabón en una mano y en la otra una sábana retorcida que acaba de lavar, aclarar y enjugar. Por lo menos tendrá algo con lo que defenderse del maldito francés. Pero sobre la silla atravesado en el asiento, la charnela y el estribo cabalga el cuerpo de un soldado moribundo. Maruja siente el impulso de bajarlo de la cabalgadura y arrojarlo al río, pero de nuevo la voz le ordena que obedezca a ese noble sentimiento altruista que le ha dado la fama entre los suyos de buena persona, generosa y desinteresada. Con cierta brusquedad empuja el cuerpo del soldado hasta que consigue que caiga al suelo. Lo examina y pronto descubre una herida punzante que sangra abundante en una pierna. Con agua y jabón la limpia. Con la sábana le practica un torniquete, le refresca la cara y le humedece los labios. El soldado abre un poco sus ojos apagados y susurra una palabras que Maruja no consigue entender. ¡Si supiera francés! ¡Ay, si supiese francés! Entendería lo que el pobre soldado le ha dicho antes de expirar, “Gracias, señorita. Le saluda el último Dragón del Cuarto Regimiento del ejército napoleónico. Guarde mi sable, mi pistola y mi carabina. Guárdelos que es lo único que puedo ofrecerle como muestra de gratitud”

Maruja arroja el cuerpo envuelto en una sábana al río y regresa al pueblo con su cesto de ropa limpia y un jamelgo hambriento, que cuando se recupere le acompañará a partir de ahora.

07/09/2007, 13:42




VICHOFF.- El último Dragón (Homenaje a Ridley Scott y a "Blade Runner")

Sentado el asiento del copiloto, frente al panel de mandos, Roy entretenía la espera jugando con la consola a uno de los juegos más antiguo de la Galaxia, el que consistía en encajar piezas de diferentes tamaños y colores para formar filas que desaparecían cuando estaban completas. El comandante Gregal, inclinado sobre la pantalla en la que se dibujaba el mapa de la zona, daba un último repaso a los cálculos mientras tarareaba en voz baja la música que le llegaba por los auriculares.El volumen estaba tan alto que Roy podía distinguir los potentes acordes de los Carmina Burana pero el comandante no parecía haberse dado cuenta, absorto en confirmar los detalles de la trayectoria que les llevaría a reunirse con las tropas del Ejército Estatal. Nadi habría dicho que, bajo la calma que aparentaba, se contenía una tensión capaz de organizar y dirigir la más complicada de las operaciones.
Frente a ellos se extendía el semicírculo del Bálteo y, a su espalda, en formación de flecha, la escuadrilla de los Dragones daba la popa a la M$" y esperaba la orden de iniciar la marcha.
En su camino hacia el frente de batalla habían atravesado la puerta de Tannhäuser bajo la lluvia de Rayos C del enemigo pero los Dragones eran más rápidos y, sobre todo, tenían más facilidad de maniobra que los pesados Flash del ejército rebelde. Gracias a eso habían conseguido escapar a la emboscada. Las tropas del Ejército Estatal esperaban el refuerzo del escuadrón para hacer frente al avance de los sublevados.
Al cabo de unos minutos, el comandante se enderezó en su asiento, se quitó los cascos y, con un gesto, le pidió a Roy que le alcanzara el casco. Era la señal. Roy apagó la videoconsola y conectó la comunicación con el resto de las naves.
--¡Dragón Dos! --llamó el comandante.
--¡Listo! --contestaron desde la nave situado detrás de ellos.
--¡Dragón Tres!
--¡Listo! --respondió la voz desde el extremo del flanco derecho de la formación.
--¡Dragón Cuatro! **********************************************************************
No los vieron llegar. Surgieron como si se materializaran desde la nada justo cuando los Dragones, después de atacar la retaguardia enemiga, regresaban junto a los cruceros Magnum. Los Speed rebeldes cayeron sobre ellos con una lluvia de fuego que, avanzando desde la cola de la formación, incendió las naves una a una mientras, en la cabina del Dragón Uno, los tímpanos de Roy y del comandante Gregal retumbaban con el estruendo de la deflagración.
--¡No mires atrás! --gritó el comandante mientras apuraba la potencia de los propulsores.
Pero Roy no pudo evitar volver la cabeza para ver cómo el negro telón del cielo se iluminaba con el estallido de los Dragones, para asistir al trágico espectáculo de las naves ardiendo más allá de Orión.
"Espero poder contarlo", pensó.

Vichoff

12/09/2007, 23:08

CCCX... Alias-Abc "El reloj de arena de Mendes Peñarol"

semana: 31-08-2007
tema: Reloj de arena
ganador: ALIAS-ABC
título: EL RELOJ DE ARENA DE MENDES PEÑAROL.

Los dedos de Mistery Nurse arrastraron el deslizador de la cremallera haciendo que se detuviera brevemente en cada diente de la malla, un beso de labios metálicos cada vez, en la bota de cuero de tacón afilado. El viento de aquella noche de Agosto revolvió su madeja de bucles castaños en la azotea de aquel edificio de ladrillo visto. No se vislumbraban las estrellas. En la gran ciudad siempre era difícil verlas si uno las buscaba en el firmamento. Se llevó las manos a las medias blancas para comprobar que llevaba los ligueros bien puestos, las agujas hipodérmicas en su sitio, la insulina, un pequeño reloj de arena y el traje de cuero negro bien ajustado. Puso el reproductor mp3 en marcha y miró hacia el pacífico mar de luces artificiales que tenía delante mientras sonaban los primeros acordes de “Little Wing” de Hendrix. Midió la distancia entre azoteas. Tomó carrerilla y saltó como una pantera hacia la siguiente, iniciando una vertiginosa carrera en las azoteas de la urbe pucelana. Si algún paseante nocturno miraba inesperadamente hacia arriba sólo vería un fugaz borrón negro o, tal vez, recordaría la leyenda urbana de una superheroína vestida de enfermera que el “Times” había bautizado como “The Mistery Nurse” y que el pueblo de la ciudad natal de Delibes había tomado como nombre para ella.

La prensa del país se había hecho eco de la llegada de Mendes Peñarol, el dictador que gobernaba con puño de hierro el otrora idílico paraje caribeño de Distopía, a la ciudad para someterse a una operación. Mistery Nurse, a través de sus contactos, tuvo acceso a las pruebas médicas que se le realizaron aquella mañana. “El jodido viejo – pensó mientras echaba un vistazo profesional a la angiofluoresceingrafía – está perdiendo la vista por una diabetes”.

Sus músculos se tensaron mientras adoptaba una posición felina frente al palacete donde habían alojado al dictador. Miró hacia el suelo. Guardias: Varias parejas de uniformados vigilaban el perímetro, moviéndose. Llevaban radios. No podría anularlos a todos antes de que dieran la alarma. Sus ojos se movieron a través de la fachada buscando alguna ventana abierta. Por fortuna varias de ellas permanecían abiertas, aunque el palacete estaba demasiado lejos para llegar saltando. Los alrededores ofrecían pocas posibilidades. Por suerte el palacete y la zona añeja eran objeto de una alta protección gubernativa por su interés cultural, por lo que aún había cables de alta tensión que sobrevivían ante la falta de eléctricas asociaciones de vecinos, la ardua tarea de bregar con el papeleo necesario para soterrarlos y la absoluta falta de interés por parte de casi cualquiera. Uno de esos cables unía los dos edificios. Mistery se movió sobre el filo de la azotea como si fuera una pasarela de desfiles, se plantó justo debajo e hizo el pino para poder colgarse del cable con sus botas de cuero. Cuando estuvo lista, pasó las canciones del reproductor mp3 hasta que empezó a sonar “La cabalgata de las Valkirias” de Wagner. Palpó con los dedos de la mano derecha el vació. Durante un momento titubeo: No recordaba si las niñas se habían acostado antes de irse. Tal vez hubieran notado su extraña ausencia. Desechó el pensamiento y se concentró en su objetivo dejándose caer. La inercia de su peso hizo que fuera deslizándose en el cable de alta tensión hasta el palacete como una chispa, mientras los guardias que vigilaban a ras de suelo no sospechaban lo que acontecía sobre sus cabeza. Apenas hacía ruido sobre las viejas tabillas de madera del suelo. Era menuda, era rápida y era ágil. Localizó la cama de Mendes y antes de que este pudiera gritar la mano de Mistery tapaba la boca del pequeño y frágil Dictador de Distopía, mientras con la otra le inyectaba una dosis lo suficientemente alta de insulina como para que se quedara en coma para el resto de sus días.

Contempló sus ojos mientras se debatía. Sacó el reloj de Arena y lo depositó, en una mesilla de noche cercana, a la vista de aquel quebradizo anciano.

- Tu vida se escapa como esos granos de arena, Mendes. Y nadie puede dar la vuelta a tu destino. La arena de ese reloj es lo último que verás de Distopía, pues procede de allí.

Mientras se estiraba con parsimonia el traje pensó que tal vez por la mañana acudiría a ver al Padre Alonso, el único hombre santo a su entender, que oficiaba en una pequeña e íntima iglesia en la que Mistery confesaba regularmente sus pequeñas aventuras: El padre ponía la conciencia y ella la acción.

Respiró el aire desde el techado, tiró unas cuantas tejas en la parte posterior para llamar la atención de la guardia y en pequeños saltos sobre el alfeizar de las ventanas llegó al suelo. Un disparo rebotó en la esquina que acababa de doblar.

Podía ser que esta vez la cogieran. Podía ser… y emitió un aullido animal que paralizó brevemente a sus perseguidores mientras en el mp3 sonaba “Esta noche no se duerme” de Los Suaves.

04/09/2007, 6:09

CCCIX... Blanka_L "Espejismo"

semana: 24-08-2007
tema: La casa de los espejos
ganador: Blanka_L
título: "Espejismo"


El cabo Jean Farroux, medio muerto de sed y de insolación, entró en la fresca casa en ruinas y suspiró de alivio. Soltó la mochila y el fusil de chispa. Se oía agua cayendo en algún sitio y Farroux se relamió el polvo de los labios y pasó más adentro.

Un ala de la casa se había derrumbado y lo demás estaba lleno de cascotes de yeso. Los techos y las paredes habían sido de estuco pintado, los suelos de mosaico. Una casa rica abandonada en tiempos de... ¿de su abuela? Le tiró unas piedras a las ratas y siguió adelante por el sitio que encontró más despejado.

El jardín era una masa de zarzas, el pozo estaba seco, las columnas caídas. Había una estatuilla que le apuntaba con su roído dedo de mármol; estaba sin cabeza pero seguro que, de tenerla, se estaría riendo de él.

Llegó a una puerta que sorprendentemente se abrió sólo con tocarla, tan suave como si estuviera en uso. Allí había una sala profunda que, hasta donde llegaba la claridad de la puerta, estaba conservada. Tenía repisas de piedra, un frontal de azulejos... Una cocina vacía.

Entró. Allí el agua se oía muy cerca, un chorro que salpicaba en su pileta. Se sentía el frescor.

—¡Agua! —gritó muy contento. Y el eco le contestó lo mismo.

Pero una voz de mujer dijo muy bajito:

—¡No me toques!

Se volvió en redondo.

Colgado en la pared de la cocina se veía el espejo más grande y más ricamente adornado y dorado que hubiese podido estar nunca en el mejor de los salones, y en él se abría una escena llena de luz: Una chica muy guapa colocaba fruta en una mesa donde reposaba un banquete estupendo, bandejas humeantes como si las fueran a servir ya mismo.

La chica se llevó el dedo a los labios.

—Chssssst. ¡No me toques! —susurró.

Jean Farroux se quedó pasmado. El espejo parecía reflejar la misma cocina en la que se encontraba, pero viva, como cien años antes, como si la casa estuviera habitada. Las ventanas estaban abiertas, la mesa tenía mantel, los estantes platos de colores y las alacenas sus tarros y botellas de cristal. Todo limpio y alegre.

Se veía una pila honda donde caía un chorro de agua continuo por un caño de metal. Jean Farroux miró a su espalda... y descubrió la misma pila pero seca y llena de telarañas. Escuchó, se dio cuenta de que sólo era dentro del espejo donde sonaba el agua.

Todo lo que en la casa era soledad y ruina, en el espejo era vida. La chica sólo estaba en el espejo.

—¡Ay! —suspiró ella. Era una rubia como un melocotón. Cogió una bandeja, y se dirigió a una puerta al fondo haciendo señas a Jean para que la siguiera.

El joven localizó la misma puerta de roble, que existía de verdad a su espalda, al otro lado de la cocina, aunque en la realidad, fuera del espejo, era un madero roñoso y agrietado. Salieron a un pasillo que sólo recibía la luz que brotaba de otro espejo dorado. En él, la chica le sonreía con su bandeja:

—¡Ven!

Y lo condujo a un comedor vacío, que en su correspondiente espejo luminoso se veía fresco y con la mesa puesta.

Enseguida vio entrar una familia, padres, viejos y niños, que comieron y bebieron en el espejo sin que el soldado pudiera disfrutar de una miga ni de una sola gota de nada. Parecía que ni siquiera le veían. Él estaba en la oscuridad, ellos en la luz del espejo. ¿Qué era aquello? Se encontraba muy mal, tenía fiebre. La maligna criadita recogía los platos y le sonreía. Ella sí le veía. ¿Por qué le había llevado allí, si no le iba a dar nada?

—¡Oh! —la chica hizo un mohín decidido, cogió una copa, virtió agua, se la llevó a los labios y se la bebió.

—¡Ah! —y chasqueó la lengua con delicia. Le caía una gotita por la linda barbilla.

Jean Farroux, temblando de fiebre, extendió la mano.

—¡No me toques! —le advirtió ella frunciendo el ceño.

Jean no la oyó.

—¡NO! —gritó horrorizada cuando él puso los dedos en el espejo, encima de su boca húmeda.

Y algo espantoso ocurrió. El espejo se rajó de parte a parte, la chica se esfumó, se oyó un trueno, la luz desapareció, los cimientos de la casa temblaron de espanto... y empezó a caer la lluvia, una tormenta tremenda, un agua limpia que él se pudo beber por fin.


28/08/2007, 22:40

CCCVIII... Mens-Curiosa "La tierra del Pájaro de Fuego"

semana: 17-08-2007
tema: La tierra del pájaro de fuego
ganador: Mens-Curiosa
título: "La tierra del Pájaro de Fuego"

Al norte del mítico Edén y a cien jornadas de camino siguiendo la estela de la aurora boreal, se encuentra el País de la Nieve. La mayor parte de su territorio lo ocupa el Gran Desierto Blanco, también conocido como la tierra del Pájaro de Fuego. El resto lo constituyen una veintena de poblaciones, más o menos importantes, que se encuentran distribuidas a lo largo de los límites del Desierto, bordeándolo como un cinturón de asteroides.

El motivo de la singular ubicación de estas ciudades hay que buscarlo, sin duda, en el folclore del país que narra sus orígenes. Y éste nos revela que sólo en el Gran Desierto Blanco se puede encontrar a esa extraordinaria criatura conocida como el Pájaro de Fuego. Hasta esta desolación llegaron –se cuenta- muchas personas que buscaban tentar su destino. Porque este ave fabulosa posee el don de conceder un deseo, el más ansiado. Pero sólo a aquél que logre arrancar una pluma de su larga cola, rojiza, anaranjada y amarilla, semejante a una llamarada.

Hace siglos que el Pájaro de Fuego se dejó de ver. Y las razones para ello las recogen también las tradiciones. Se dice que éste se encuentra ocupado resolviendo el deseo que le profesaron Shaska y su hermano Kolia. Estos dos jóvenes, ambos enamorados de la joven Valeria, partieron en busca del ave extraordinaria y, tras un forcejeo inicial, lograron arrancarle una pluma al mismo tiempo. Shaska pidió tener a la joven Valeria; Kolia, que Shaska no la tuviera. El Pájaro debía complacer a ambos, pero no veía el modo. Así que decidió convertir en piedra a los tres implicados: Shaska, Kolia y Valeria, con objeto de ganar tiempo para resolver su dilema. En la distancia pueden observarse las tres grandes cordilleras en que se transformaron los jóvenes e incluso apreciar en ellas el contorno de tres figuras humanas tumbadas. El día en que éstas desaparezcan, todos sabrán que el ave es libre de nuevo para seguir otorgando deseos.

Pero, mientras la espera dura, los habitantes del País de la Nieve no han permanecido ociosos. Optaron por volcarse en el desarrollo de aquellos primitivos asentamientos, que crecieron hasta convertirse en ciudades, y se dedicaron a comerciar con los territorios vecinos. Sin embargo, a pesar del tiempo transcurrido, todavía hay síntomas que prueban que éstos no han olvidado su pasado. En el País de la Nieve se hallan, precisamente, los mejores escritores y los pensadores lógicos más talentosos. Los primeros se dedican a hacer realidad, en sus ficciones, los deseos que el Pájaro de Fuego ya no puede conceder. Los segundos, por su parte, entrenan sus mentes con todo tipo de juegos de razonamiento y, aunque nunca lo reconocerán, en el fondo sueñan con el día en que puedan adentrarse en la tierra del Pájaro de Fuego con la solución al dilema de éste.

El corazón tiene razones que la razón no entiende

22/08/2007

sábado, 18 de agosto de 2007

CCCVII... Estresado "Un cuento tatuado"

semana: 10-08-2007
tema: Orquídeas y Sapos
ganador: Andresniporesas
título: Un cuento tatuado.

Con parsimonia, lentamente, midiendo los gestos y las acciones le desabrochó la blusa y con una ceremonia heredada de los cuentos le soltó el sujetador. No podía creer lo que estaba viendo: en el pecho izquierdo tenía tatuado un sapo y en el derecho una orquídea.
Julio quedó cortado, sabía que a partir de ese momento el encuentro sería especial.
Ella, Irina, lo miró con cariño, hasta con compasión. Y comenzó a relatarle su historia, una historia absurda, quizá. Una historia pactada y pagada.
Érase una vez una jovencita que tenía muchas ganas de casarse. Todos los días llevaba al río un par de orquídeas y las tiraba a la corriente. El río las hacía bailar en los remolinos y algunas veces quedaban atrapadas en el barro de la orilla. Allí prendían y crecían y florecían. La joven estaba convencida de que un príncipe había sido embrujado y ella le llevaba las orquídeas, las besaba y las tiraba al agua, por si entraban en contacto con el sapo de sus sueños y así recuperaba la forma humana.
Pasaron los días, pasaron los meses y pasaron años. Y aquel río chiquito se convirtió en un jardín en cuyas orillas crecían unas orquídeas bellísimas. Tan bello era, y tal era su fama, que otro príncipe, el hijo heredero del reino de Calibia, venía a pasear todos los días entre las orquídeas, cortaba las más hermosas y se las llevaba a su amada esposa.
Un día, dentro de la orquídea que el príncipe cortó, se encontraba un pequeño sapito verde, brillante, silencioso. La esposa amada colocó las flores en el jarrón sin ver el sapito y se acostó. A las 12 en punto de la noche el sapo comenzó a croar con insistencia. El príncipe y su amada esposa se despertaron. Se miraron y rieron. Entonces el príncipe le dio un beso a su amada y ésta se convirtió en una ranita azul brillante, la cual dio un salto y se colocó sobre la flor de la orquídea junto al sapito.
Lleno de tristeza el príncipe cogió las flores y el florero y se encaminó al río. Allí vació el agua, las orquídeas y al sapo y la ranita, su amada. El agua se iluminó en el punto donde cayó la ranita y el príncipe sintió la necesidad de ir a encontrarse con su amada esposa. Se adentró en el agua, sin poder detenerse, hasta que la corriente lo cubrió.
En aquel remanso del río suena el canto de las ranas pero por encima de todas se oye cada noche, a las 12 en punto, una melodía que canta el príncipe enamorado.
¿Te ha gustado, Julio? Aquella ranita soy yo, siempre lo he sido.
Bueno, el próximo día fingiremos que un oso entra en la habitación. Prepara un cuento.
Julio fue a darle un beso de despedida pero ella se lo impidió (por si acaso). Cuando Julio bajaba por las escaleras aún resonaban las carcajadas de Irina.

15/08/2007, 18:09

CCCVI... Escitorcillo "La Isla del Doctor Moreau"

semana: 27-07-2007
tema: Una isla desierta
ganador: Escritorcillo
título: La Isla del Doctor Moreau.


Llegué a la Isla de noche. Se agitaba en las palmeras un viento verde, un viento azul, un viento rojo, que venía desde las estribaciones del volcán, o desde las estribaciones de la playa. Todo era silencio. Cuando la barcaza dio con sus huesos en el embarcadero salió a recibirme el tuerto. Un cíclope creado por el doctor. Su único ojo verde parecía una linterna horripilante, su joroba, una desgracia. Llevaba un farolillo en la mano que desprendía agitadas serpientes amarillas. Era abyecto y refinado, hablaba con ceceos y suspiros agarrotados, casi con tartamudez, pero era solemne en cada frase, no inspiraba risa sino desprecio o temor. Cogió las maletas y las cargó a peso, era endemoniadamente fuerte, yo no podía con ellas y soy realmente poderoso. Caminamos el trecho que hay entre el embarcadero y la mansión, describía un violín de fermentos translucidos una melodía de caña de azúcar y barro. La mansión era grandiosa. Salió a recibirnos el policíclope, otro de los engendros del doctor. Susana dio un grito cuando lo vio, allí, alto, delgado, fuerte, con cuatro ojos en la cara. Ella sabía a lo que venía, y yo también, aún así no pudo evitar el lapsus que salió de su boca. Nos recibió el Doctor efusivamente. Correteaban por la antesala gatos verdes, producto de la industria de su dueño, todo un acierto de elegancia. Eran verdaderamente preciosos, tenían los ojos amarillos y el pelaje esmeralda. También vi un gato negro. Un gato negro normal, absolutamente normal. La primera noche la pasamos en el cenáculo con el Doctor, tomamos notas y más notas. Los crisantemos azules y amarillos de la salita competían con las fuertes acuarelas de algún loco Kandinski borracho. Luego llevamos aquellas notas al laboratorio. Nos enseñó el laboratorio, y los ordenadores. Y finalmente nos mostró nuestros aposentos. El Doctor era un individuo tenebroso, y a nosotros nos importaba una mierda aquello, lo hacíamos por dinero. Por la mañana contemplamos el horror de los híbridos. Durante tres meses creamos, engendramos, fabricamos, hibridamos, esperpentos y paranoias, paranoias y esperpentos. Luces de Bohemia bajo antorchas de horror. Teóricamente era una isla desierta. Pero bullía en cada páramo una colección de monstruosidades, el hombre cerdo, la mujer hiena, el hombre sin orejas, la mujer víbora. Y cientos de especies, animales y vegetales, que el Doctor y nosotros, sus ayudantes, creábamos. Tanto horror sólo por dinero. Mercenarios de lo estrambótico, especuladores de la horrísona mezcolanza. Finalmente nació el niño perfecto. Sin taras genéticas, perfecto, sin miopía, talasemias, anemias, glucogenosis, o debilidades, especialmente diseñado para la guerra y para la supervivencia, de un cerebro prodigioso, y de una fuerza descomunal. Su crecimiento fue rapidísimo, ya a los seis meses podía correr y hablar y el Doctor, entonces, decidió que sus demás proyectos sobraban, y los fue eliminando uno a uno. Dio caza a la mujer pantera y al hombre cerdo, incluso exterminó a sus gatos verdes. Finalmente decidió asesinarnos. Aquella noche organizó una espectacular cena. Mientras el niño perfecto tocaba una serenata de Mozart al piano nos invitó a una copa de Oporto. En el vino había puesto estricnina y cierto alcaloide de una planta de la Isla. Bebimos Susana y yo entusiasmados por el virtuosismo del niño perfecto. Pronto caímos enfermos de fiebre. Nos echó a paletadas a una tumba colectiva. Ahora mismo mi omoplato izquierdo está sobre la quijada de la mujer cerdo y mi pelvis descansa sobre el fémur del policíclope. El volcán pronto hará saltar por los aires a toda la Isla.
........................................................................

martes, 31 de julio de 2007

CCCV... Exlucifer666 "Las sandías del toreador" y Blanka-L "En Benidorm"

semana: 20-07-2007
tema: La sandía
ganadores: EXLUCIFER666, "Las sandías del toreador"
BLANKA-L, "En Benidorm"


o EXLUCIFER666
o
"LAS SANDÍAS DEL TOREADOR"
Era una fría mañana del mes de Octubre. Hacía un biruje como para imaginar langostinos congelados en el aire. La abuelita Canelita -adorable octogenaria y prejubilada inspectora de la Agencia Tributaria- en compañía de su fiel escudero Rodolfín -caracol con enorme parecido de perfil izquierdo con Rodolfo Valentino- se disponían a tomar un matutino baño en las gélidas aguas de una archiconocida playa del Atlántico Norte.

Para proteger su enclenque anatomía de las frías aguas oceánicas, la abuelita llevaba puesto el traje usado en su juventud, cuando formó parte del equipo nacional de equitación sincronizada submarina participante en los Juegos Olímpicos de Invierno de Honolulú 1.925. Después de realizar unos breves pero intensos estiramientos anaeróbico-broncodilatadores, la dulce ancianita y su compañero de torturas se adentraron en las plomizas aguas del Océano.

Pero el maquiavélico destino le tenía preparada a la dulce ancianita una difícil prueba: Su corazón, sumamente castigado por los duros contratiempos de inspecciones archivadas sin imposición de sanciones, no estaba en condiciones de soportar un agua tan gélida como aquélla. Por eso la abuelita Canelita no tuvo más remedio, para salvar su rocambolesca vida, que echar mano de su fiel escudero Rodolfín, asiéndolo fuertemente por el pescuezo. El sorprendido molusco, al sentir aquel peso muerto sobre su delicado ser comenzó a emitir estrepitosos alaridos de auxilio por su gasterópoda trompa.

Aquellos estridentes sonidos surcaron los helados aires matutinos, llegando hasta lo alto de la torre de salvamento marítimo, introduciéndose en las velludas orejas de David Jarseljof, también conocido en círculos taurinos como “Er niño del buga chulo”, en otros tiempos bombero-torero “horroris causa” por la Universidad de Varsovia y que, como consecuencia de las restricciones impuestas a nuestra Fiesta Nacional, tuvo que buscarse las habichuelas en otro trabajo donde pudiese amortizar su llamativo traje de luces.

“Er niño del buga chulo”, tras cerciorarse que su flamante traje de luces, con un estampado de sandías en flor que decoraba sugerentemente sus nalgas, se encontraba totalmente abotonado, se ató a sus plantígrados pies unas raquetas de paddel modelo Aznarín y se aprovisionó de un par de grandes sandías huecas que harían las veces de salvavidas anatómico-forense en su heroica intervención. Ataviado con la indumentaria mencionada y con una agilidad similar a la de la mona Chita en época de celo, el Jarseljolf descendió de la torre de salvamento anadeando, raudo y veloz, hacia los dominios del dios Poseidón.

Al llegar a la orilla, nuestro héroe de pacotilla cumplió escrupulosamente con la advertencia que en su más tierna infancia le había hecho su santa progenitora, evitando de esta forma la aparición del traicionero corte de digestión. Así, doblando el espinazo, “Er niño del buga chulo” introdujo su apéndice nasal en las frías aguas marinas, lanzándose, a continuación, de cabeza y dirigiéndose con un envidiable estilo natatorio hacia aquellos truculentos gritos.

La distancia desapareció y en un instante el Jarseljof llegó a la altura de Rodolfín, quien seguía emitiendo a los cuatro vientos histéricos espirridos de auxilio, mientras la octogenaria abuelita Canelita se mantenía en un estado cuasivegetativo aprehendida a la babosa cococha de su fiel escudero.

Esta dantesca situación exigía una rápida respuesta por parte del cavernícola cerebelo de “Er niño del buga chulo”. Tenía que conseguir liberar a aquel delicado ser del estrafalario monstruo marino que lo retenía. Para conseguir su objetivo optó por golpear reiteradamente el colodrillo de la captora con las sandías huecas que llevaba consigo. Tras ochenta y siete u ochenta y ocho guantazos consiguió desprender al tierno Rodolfín de las garras de su apresadora, y aprovechando la capacidad flotadora de su concha colocó al gasterópodo en posición decúbito supino, transportándolo delicadamente, hasta la orilla. Una vez allí, tras someterlo a un masaje en el cóccix y a un boca a trompa de primeros auxilios, consiguió que el molusco recuperase en sus mejillas el tono verde acelga habitual.

Y qué demonios pasó con…

DAVID JARSELJOF O “ER NIÑO DEL BUGA CHULO”: Por su heroico acto recibió toda clase de honores y distinciones, llegando a ser nombrado hijo predilecto de la C.H.U.C.C.H.A. (Confederación Hispano Ucraniana para la Conservación del Caracol Hermafrodita Adulto).

RODOLFÍN: Tras recuperarse del shock hipoglucémico provocado por la halitosis etílica de su salvador, decidió cambiarse de nombre, adoptando el de “Moisés” y dedicando el resto de sus días a divulgar la palabra del dios Poseidón por los cinco continentes.

LA ABUELITA CANELITA: Meses más tarde del luctuoso acontecimiento unos científicos descubrieron varado en las costas de Groenlandia lo que parecía ser el cuerpo vacío de un extraterrestre. Quien tuvo la ocasión de verlo lo describió como un traje de submarinista de la época de María Castaña con un par de grandes sandías por corbata.

SALUDOS DESDE EL AVERNO

25/07/2007, 13:33




o BLANKA-L
o
En Benidorm
En Benidorm, en el paseo de la playa, la gente iba y venía, el mar estaba de un azul profundo, y el sol picaba como oro derretido.
En medio del paseo había un puesto de sandías. Unas sandías grandes, gordas, hermosísimas... En particular una de ellas tenía un tamaño descomunal, su circunferencia era tan grande como una rueda de bicicleta. El del puesto le sacaba brillo con un paño y voceaba orgulloso: "La sandía más grande de Españaaaaaa¡¡¡¡¡¡¡"
Un joven se paró interesado. Era un chico italiano que habían contratado en un hotel de cinco estrellas para animar las veladas, y, cuando vio aquella sandía tan grande, se dijo: "´Se me está ocurriendo algo respecto a esta sandía. Con un `poo de suerte, esta noche no tendré que cantar".
Llamó al vendedor.
- ¿Cuánto pide por ella? - le dijo.
Y el vendedor se la pesó (veinte kilos), y ajustó el precio: cincuenta euros en total por aquella maravilla única, que luciría en su mesa y que pasaría a la posteridad familiar entre signos de admiración.
- Sí, ya, la posteridad - sonrió el joven poniendo los ciencuenta euros en las manos del chalán.
- ¿Se la calo? - dijo el hombre, y le hizo un agujero cuadrado en la cáscara y sacó el trozo colorado y jugosísimo.
El italiano se llevó el rico trozo a la boca.... y nada más que la pudo masticar una vez: tenía un sabor tan horroroso a fertilizantes raros que la tuvo que escupir al suelo. Tosió asustado, aquello sabía a veneno.
El vendedor se deshizo en excusas.
- Llévate otra, por favor - le dijo -. Jamás me había pasado nada como esto. Tan rica como parecía...
Pero el italiano entornó los bonitos ojos negros con astucia, y se negó.
- No me des otra. Quiero ésta. Tengo un plan.
Y cargó con la sandía transgénico-abonada y se marchó para el hotel silbando muy contento.
A la mañana siguiente, el italiano apareció otra vez en el paseo, con cara de pascuas. Se acercó al puesto de sandías.
- Buen hombre, ayer saqué un beneficio de cincuenta euros por aquella sandía que me vendió usted.
- Pero ¿cómo puede ser? ¿Qué hizo usted con ella? No se habrá intoxicado nadie...
- ¡Oh, no! La rifé. Vendí cincuenta papeletas a dos euros cada una, y así fue como tuve cien euros -le enseñó unos billetes y monedas-. Recuperé mi inversión y la doblé.
- Pero, pero... ¿Y qué le dijo el ganador de la rifa? ¡Se pondría hecho un basilisco!
- ¡Oh, sin duda! - contestó el jovencito sonriendo pues la escena había sido dura -. Pero es que al ganador le devolví sus dos euros.
Y silbando silbando, siguió camino adelante por el paseo de la playa de Benidorm.

25/07/2007, 23:51

CCCIV... Estresado "Es horrible no poder estar triste" y Blanka-L "Para Chandler"

semana: 13-07-2007
tema: EL LARGO ADIÓS
ganadores: ESTRESADO: "Es horrible no poder estar triste"
BLANKA-L: "Para Chandler"




o Estresado

ES HORRIBLE NO PODER ESTAR TRISTE.

A veces, sin proponértelo, la tristeza te abraza, te pule los labios, te baja el telón de la mirada. Y en ese instante no te explicas por qué no tendrás alas para comenzar a planear por el país de Nuncajamás y ver a tus pies que todo es insignificante. No sé; de vez en cuando se meten en el cuerpo una docena de duendes bromistas y te zarandean como a una patera. Desearías llegar al puerto de la tristeza como llegó Robinson a la isla desierta sin saber que Viernes y otros ya habían llegado antes que él.
Tuve esa sensación cuando abandoné Venecia. O quizá nunca estuve en Venecia o quizá nunca la abandoné. Da igual. Lo cierto es que vivo el largo, el interminable arrivederci de sus calles de agua, sus góndolas de colores y sus campanadas de bronce que caen sobre la plaza como si los moros fueran repartiendo el tiempo entre los visitantes, esta hora para ti y esta para ti y estos minutos para vosotros.
No es posible sentarse en el café Florián y no vivir el sufrimiento de no poder estar triste, de no beber una ración de melancolía junto con el capuccino espumoso; no es posible subrayar un momento de sublime felicidad con la tristeza más profunda. Miras a tu alrededor y no ves nada, sólo a Valentine, su nariz mínima, sus ojos achinados, dos almendritas, una a cada lado de la nariz, esos pómulos que se elevan en el desierto de su cara como dos dunas, y ese cuello clásico, de mármol de Carrara, que aguanta el templo de su frente y la melena indiscreta de sus pensamientos. Y el pájaro de su mano prisionero en la mía.
¿No es posible comprar un minuto de melancolía para subrayar hasta el infinito la felicidad total, oler el ungüento del amor, sentir la dentellada del deseo destructivo; las ansias de estar siempre en ese lugar, de transformarte en ese lugar?
Y mientras, lejano, oculto tras una pilastra, el altavoz canta con la punta de los dedos “My Funne Valentine”, estirando la trompeta de Chet Baker como quien saca con forceps la melancolía del bronce bruñido y desgastado.
Es horrible no poder estar triste, melancólico, abandonado, perdido. Es horrible no subrayar ciertos momentos con el dolor de la ausencia, con el largo vacío del adiós.
Es horrible, lo sé, lo he probado. Fue cuando estuve en Venecia en la plaza de san Marcos con Valentine. Lo recuerdo tan bien, fue tan cierto que ya no sé si es verdad o es todo un irresponsable y sumiso y larguísimo olvido.


Archivado en: Hablar de uno es un modo elegante de acultar la propia biografía.
16/07/2007, 10:01




o BLANKA-L
o
Re: TINTERO VIRTUAL CCCIV- Para Chandler
¿Cuántas veces voy a tener que matarte, muchacho? - Damiano Capulillo miraba con la boca abierta a su enemigo Jamontesco que se había arrancado el puñal que él le había hundido entre las costillas, hacía un ruido raro PFUIIIIII como si el aire que tragaba por la boca se le escapara por el agujerito... y de todas maneras se estaba levantanddo tan alto, grandullón y echando tantas pest4es por la boca como si nada le hubiera pasado.
- Por la Minerva Minesota, qué buenas son estas mallas recauchutadas¡¡¡¡ - sonrió Jamontesco, que bendecía el d34escubrimiento de las Américas y sus matojos caucheros desde lo más profundo de su corazón salvado - ¡Ahora verás, Capulillo! ¡Prepárate a reunirte con tus antepasados!
Y arremetió con su daguita corta recamada de topacios que había pasado de generación en generación de Jamontescos siempre con la finalidad de hundirse en carne Capulilla, aquellos enemigos fementidos, aquellos infames enemigos de todo lo sag5rado, de la República, de las muejres, y además, además, enemigos de siempre de la gens Jamontesca de bello escudo nobiliario.
Damiano Capulillo sabía que a su enorme enemigo sólo podía matarlo con mucha suerte, porque los Capulillos sienmpre se habían distinguido en inteligencia y en valor, mas no en largueza de cuerpo, y aquel Jamontesco en concreto era lo peor que había producirdo Verona a lo largo de cuatro siglos que llevaba la pendencia familiar. Cuartrocientos años de doncellas ligeras y jovencitos demasiado guapos habían dado a las dos familkias cuatrocientosmil motivos para que la pelea no cesara.... Pero esta tenía que cesar, porqu4e esta pelea era la única que le interesaba a Daminao Capulillo. Matar, o morir¡¡¡ Un golpe de suerte, es decir, un golpe bajo, para entenedernos, era su única ocación y buscó un hueco por debajo del cinto pneumático de su enemigo, y allí donde le pareció que había posibilidades, que había monteci8llo, allí hundió Damiano Capuleto su puñal de emergencias, este sin gemas preciosas pero con una hoja de acero de Albacete de diez centímetros.
AAAAAAAAAAARRRRRRRRRRGGGGGGG ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
El maldito Jamontesco cayó como caen los Michelines: hacia dentro.
¡Por fin la larga tragedia había acabado! Una vez abolida la capacidad genésica del último de los Jamontescos, ya NUNCA habría otro Romeo. ¡No más Romeos! Felicidad para las chicas, y Capulillo sonrió imaginándose un mundo de chicas felices corriendo detrás de su fino cuerpecito y encantador bigote, una vez que no hubiera grandullón alternativo. Le pegó una patada al Michelín que se retorcía en el suelo.
El gigantón pateado sacó sus últimas fuerzas, apoyó las manazas en el suelo e imprimió un movimiento de giro a su cuerpo recauchutado y echó a rodar. Al mismo tiempo, mordió la pierna de su feliz enemigo.
GRRRRRRRR - rugió con la boca llena de pantorrilla (quería decir: ¡Tú te vienes conmigo!)
Y los dos se marcharon caller abajo rodando espantosqamente hasta que cayeron al río, donde ambos dos se ahogaron felizmente y así, despu´es de dcuatrocientos años, pudimos decir por fin el adiós definitivo, largo adiós, a la vieja historia veronesa que nos tenía el seso tan sorbido.



18/07/2007, 21:28

sábado, 28 de julio de 2007

CCCIII... Ritman "Leyenda"

semana: 6-7-2007
tema: Soy Leyenda
ganador: Ritman
título: LEYENDA

Cada colectividad organizada y cada grupo , organizado o no, tiene el justo derecho y la sana ambición de ser tan grande como sus leyendas.

Considerando eso,no éramos un gran ni sano grupo, aunque hubiera que considerar que estábamos en un bar ( de buena muerte, como Tubo decía, pero en un bar al fin y al cabo ) y que, a pesar de nuestras ínfulas filosóficas y literarias, al final íbamos allí,más que nada, por la cosa del humo y el alcohol, que es por lo que la gente indecente va a los bares.

Y la conversación.

Sin embargo nuestra leyenda, nuestra leyenda tan pequeña como nosotros, ridículos liliputienses, apenas saludaba con la cabeza, se iba a su rincón de la barra y pedía un cubalibre al grito de “¡Viva Castro!” Lo engullía de un trago y luego, más pausadamente, uno detrás de otro hasta veintinco más...en algunos casos.

Lo que oyen,amigos...Hasta veinticinco le hemos contabilizado en algunas tardes noches en las que nosotros, (sí,los pequeñitos, ya casi groggys al tercer gin-tonic), comentábamos con voces inestables la asombrosa sobriedad de aquel hombre después de siempre más de una docena de cubalibres que sabíamos generosamente cargados. Y tengo que decir que, más que por el mucho,por el buen y bien beber que tenía, acabó convirtiéndose en nuestro héroe y deseábamostodos los días verle llegar con una emoción cuasi adolescente .Lo cual, visto el lugar en donde tristemente tienen hoy día los adolescentes las euforias del alcohol ,no estaba mal traído.

Pero ya le dije que lo que admirábamos era su aguante. Y tampoco venía todos los días.- ¡Pero los que viene, carga!- apuntaba Steady, que era el encargado de llenarle el depósito y que cada vez que le veía traspasar la entrada se dirigía a nosotros con ojos cómplices y susurraba aquello de “ Y en esto llegó Fidel”.

Una vez hablamos con alguien que le conocía, un vecino de su barrio. Y nos enteró de algo sorprendente. El hombre- de acuerdo,vamos a llamarle Fidel- no tenía tan buena salud como aparentaba . Se estaba medicando para la tensión y el colesterol, padecía frecuentes colitis y parece ser que su sangre ( 6% de sangre en alcohol según nuestros exagerados cálculos) no circulaba todo lo bien que debiera.

¿Qué pasa entonces con nuestra leyenda? ¿Se estaba matando?¿Bebía para olvidar? ¿O tal vez para recordar, según de su grito se deducía, un pasado bermellón filocastrista?

Pasamos unos días bastante incómodos con nuestro mito.Porque un mito con diarrea, dígase lo que se diga, es como menos mito y pierde seguramente solidez. Con todo y con eso si hubiera desaparecido , si no le hubíeramos vuelto a ver desde ese día, e incluso,mucho mejor, si hubiera muerto, con lo mucho y bien que la muerte prematura conviene a una leyenda, el bueno de Fidel hubiera mantenido en nuestros corazones su alto status y aquel altar en nuestro recuerdo.

Lo que pasó es que, apenas unos días después de aquella revelación, nuestro hombre llegó, fue directamente a la barra, gritó su Viva Castro y pidió y consumió, uno tras otro, dieciseis botellines de agua mineral. Suficiente para colmar nuestro asombro, que, definitivamente desbordó el vaso al ver que con cada botellín pedía también un cuba libre. Y al tiempo que bebía su agua, con la otra mano iba vaciando el vaso de liquido marrón en la papelera.

Luego pagó y fuese. Y no hubo nada,más que idem,por la sorpresa Pero cuando la escena se repitió hasta tres veces más,en días alternos, al bueno de Steady, que tampoco es precisamente un dicharachero,le vinieron las ganas de comunicarse con el poco comunicativo cliente.

-No es que quiera meterme en su vida, señor. Usted me paga religiosamente...pero..¿por qué tira los cubatas?

El otro se lo dijo.

-El médico me ha prohibido ,radicalmente esta vez, el alcohol. Bajo pena de muerte, vamos. Como tantas veces. Sólo que esta vez he decidido hacerle caso.

-Ah...ah...-Steady estaba desconcertado- Eso explica lo del agua.Pero...¿pedir cubalibres para derramarlos en la papelera?

-Bueno-dijo el otro- Usted sabe lo que yo he sido . Usted mejor que nadie,pero en otros sitios también y en otros locales conocen mi aguante con la bebida.Ahora eso se acabó, ahora me ha pasado lo peor que puede pasarle a un mito...

Se quedó mirando al barman , esperando a que este completara la frase. Pero Steady no debía saber la respuesta porque la pregunta pasó a un invisible pivot que la reboteó hasta los labios húmedos de Fidel

- Sobrevivir a su propia leyenda. Por eso pidolos cubalibres, porque ahora me paseo por ahí arrastrando mi propia leyenda. Y cuando llego a las barras pido agua para mi y alcohol para ella,para mi leyenda y se la doy a beber en el lugar donde ella está,donde mi mito y mi fama han caído: la papelera.

Dicho lo cual nuestro mito , tambaleándose, ( iba a ser que le embriagaba el agua) caminó hacia la puerta y desapareció para siempre con un andar tan débil y cascado como el que creo recordar también tenía por aquellas fechas su admirado Fidel, aquel al que siempre daba vivas incluso ahora que había llegado a ser,como él, una leyenda muerta.

fgm
10/07/2007, 23:36

martes, 24 de julio de 2007

CCCII... Incuus "Rusia fue el culpable"

semana: 29-6-2007
tema: Homenaje a Jan Neruda, El Parque
ganador: Incuus
título: Rusia fue culpable


No me busques. No me esperes. No trates de averiguar dónde me he ido. Si te marchas a esa guerra no vuelvas nunca.
Eso le había dicho ella cuando decidió alistarse en la División Azul, al son de aquella acusación: Rusia es culpable.
Anselmo Bariles no era adepto al régimen, ni creía que el gran oso comunista tuviese que pagar con su propia sangre los sufrimientos de Espa a, el oro esquilmado ni la amenaza soviética sobre el mundo libre. A Anselmo le daba igual, pero después de leer Miguel Strogoff quería ir a Rusia con tanta y tan desesperada vehemencia como el que está dispuesto a irse a remo el caribe después de leer la isla del tesoro. Los libros pueden ser una gran obsesión, sobre todo para el que sólo ha leído uno.
Y se fue a Rusia. Le dijo a Pilar que los que se van a las guerra rara vez vuelven y más a una tan grande como aquella, que convertía la de Espa a en una ri a de cuatreros. Y en el improbable caso de que volviese, no la buscaría, ni la esperaría, ni trataría de averiguar qué fue de ella. Pero la esperaría todos los días a las tres de la tarde en el parque de la Condesa. Por si era ella la que quería encontrarlo.
No es este el momento de contar lo que hizo Anselmo en Rusia, ni lo que sufrió en el lago Ilmen, ni si encontró el país como lo había imaginado con los ojos, a veces ciegos, del correo del zar. Lo cierto es que volvió, y que regresó con las manos vacías y la memoria llena de horror y de esa especial grandeza de los supervivientes que se preguntan qué han hecho ellos para seguir viviendo mientras tantos otros quedaron atrás.
Volvió y ella no estaba.
Anselmo cumplió su palabra y no la buscó. No preguntó si se había casado, o se había marchado a vivir a otra parte. Un día, en un momento de debilidad, pasó por delante de su casa y volvió la vista hacia la ventana. No había luz, ni cortinas. Sólo un cartel anunciando la venta del piso.
Nadie sabe si Anselmo lloró o no, porque aquella tarde llovía a mares y eran decenas, casi cientos, las gotas que corrían por su cara.
Lo que supo todo el mundo, la ciudad entera, fue que Anselmo cumplió su palabra durante cuarenta y nueve a os, acudiendo al parque de la Condesa, a las tres de la tarde, a esperarla durante media hora en el mismo banco donde se despidieron.
Lo supieron los empleados municipales, que lo saludaban a diario y casoi le pidieron disculpas cuando renovaron re mobiliario urbano y cambiaron el banco de siempre por otro flamante, del mismo color.
Lo supieron los obreros que renovaron el parque en el setenta y dos, y le permitieron entrar a pesar del cierra, para que siguiese cumpliendo su promesa.
Lo supo Pilar, que no llegó a casarse con otro, y se mudo a vivir frente al parque para poder ver a Anselmo, cada día, a las tres de la tarde, esperándola junto al banco. No bajó nunca, pero jamás dejó de asomarse a la venta de su quinto piso para verlo y dudar si un hombre así no tendría sus razones para ir a la guerra. Las mismas quizás que seguía teniendo para estar siempre de guardia, en su parque, en su banco.
Ella no se creyó menos que Rusia, ni menos que el zar, ni que Strogoff y lo dejó hacer.
No fue un duelo, ni un castigo: sólo la última forma de comprenderlo.


04/07/2007, 6:51

sábado, 30 de junio de 2007

CCCI ... Incuus "Oficina de reclutamiento"

semana: 22-6-2007
tema: El Rubicón
ganador: Incuus
título: Oficina de reclutamiento

Se levantó aquella mañana con la garganta seca y la cabeza llena de monstruos, como si hubiera pasado la noche entera bebiendo absenta de poeta maldito y fumando opio con el mismísimo Fu Manchú.
La ducha le supo a monzón vietnamita, con miles de ojos emboscado en alguna parte, tras los azulejos, o esperando con un cuchillo levantado tras la cortina, cimo en una película de Hitchcock. Cuando consiguió sobreponerse, apagó el grifo y se envolvió en la toalla.
Así, desnudo, cobró al fin conciencia de lo que estaba a punto de hacer. Todavía estaba a tiempo de echarse atrás. Aún podía arrebujar un par de pantalones y un par de camisas en una bolsa de deporte y marcharse lejos, a donde no lo pudiesen encontrar nunca. A África de cooperante, o a la India a atender leprosos, o a algún pueblo de Soria o de León, en lo más abrupto de las montañas, a plantar lechugas y cuidar vacas.
Pero no. ¿Qué diría Marisa? Seguramente nada: le llamaría tres o cuatro vece spor teléfono para tratar de convencerlo de regresara y luego iría espaciando las llamadas hasta convertirse en un fantasma en la agenda, como tantos otros amigos. No diría nada. Repondería a quien le preguntase que había cogido una depresión ys e había vuelto loco. Peor no lo seguiría. Seguro que no.
Si fuera con ella huiría. Pero sólo no.
Tenía que atreverse. Tenía que echarle coraje, vestirse, afeitarse y salir a la calle.
La cita era a las diez y todavía eran las nueve y veinte.
Había tiempo para huir. Había tiempo para intentar otra clase de vida.
Eso de que otra realidad es posible es una gran majadería, porque realidades no hay más que una. Pero siempre es cierto que las decisiones pueden construir otra realidad futura. Lo malo es que entonces la que deja de ser posible es la que ahora disfrutamos: con Marisa, con un trabajo que no está mal aunque se hagan diez horas diarias, con los amigos envidiándote por la suerte que tienes.
Recordar a sus amigos le había ayudado a seguir adelante. Se había vestido. Había conseguido incluso ponerse los zapatos. Los amigos sí, porque se puede renunciar al amor que uno despierta, pero no a la envidia que se consigue suscitar en los demás.
Pensó que sería bueno desayudar y se puso a preparar el café, pero luego pensó que ya estaba bastante nervioso y que lo que menos le convenía era un excitante. Tenía que presentarse allí con firmeza. No podía permitirse derrumbarse en el último momento.
Si iba a huir, tenía que ser ahora.
Cogió las llaves del coche y bajó al garaje. Al salir a la calle, dudó si dirigirse hacia la izquierda y marchar directamente al aeropuerto o hacia la izquierda.
Al final, eligió la izquierda. Cumpliría con su deber. Aunque llevase la tarjeta encima y tuviese saldo en la cuenta para aguantar cinco o seis meses, el tiempo suficiente para buscar otro trabajo o cualquier ocupación en otro lado.
Cumpliría con su deber.
Por el camino le pitaron varios coches reclamándole que pusiera atención. Estaba decidido, pero el pánico le atenazaba el estómago, ofuscándole la mirada.
Calma. Se impuso calma. O Catatonia.
En veinte minutos, llegó a su destino. Era un edificio del centro, acristalado, con aspecto de academia o antigua sastrería. Con aspecto pacífico y cordial incluso. Entró en la oficina, saludó a los que le esperaban, y pronunciando las palabras justas, sólo las justas para no delatar su pánico, estampó su firma donde le pedían.
Ya era suyo el piso. Cincuenta y cinco metros, trastero y plaza de garaje. Y una hipoteca a cuarenta años. Mibor más cero treinta. Difícil de mejorar.
Ya estaba hecho. Ya era un soldado más del sietma.
Ahora, rodar o morir.

viernes, 22 de junio de 2007

CCC... Martinidry, "America, sweet America"

semana: 16-6-2007
tema: Nosotros
ganador: Martinidry
título: AMERICA, SWEET AMERICA.

–Alguien dijo una vez, en un acceso quizá involuntario de cordura, que todo lo que tenemos que hacer en la vida es conservarla hasta que llegue la muerte. Y bien cierto es que no parece ser falso tamaño aserto.

–Y… ¿si cuando llegase la Parca estuviéramos ausentes?. No disponibles, ya sabes, como los canadienses.

–En ese caso, volvería. La Parca siempre llama dos veces… ¿o era el cartero?

–Sí. Era el cartero.

Estas fueron las últimas palabras de Julien Stardust III antes de entrar en la cámara de criogenización y cerrar la puerta por dentro. Fuera, en un cajón de la caja de seguridad de Philleas McAndrew, notario del Columbia District, estaban las instrucciones a seguir: a partir de este momento se le podía considerar socialmente muerto y Mr. McAndrew, como albacea testamentario, debería ejecutar el testamento.

Philleas McAndrew, rápido como un coyote, no tardó más de doce horas en convocar a los sorprendidos herederos y abrir, ante los congregados, con estudiado gesto teatral la mencionada caja de seguridad.

Junto a las cláusulas de uso sobre partidas testamentarias –que, para los más desconfiados, debían de ser atribuidas a beneficio de inventario– se encontraban instrucciones para la constitución de la Fundación Stardust con sede en Las Vegas. Misteriosa fundación ésta que se financiaría con los beneficios de las salas de juego, hoteles y espectáculos de la enseña Stardust y que sería administrada por el gabinete de abogados Jhonston, Cleary & Esterhazy de Washington bajo la presidencia de Tom Sturrock, 2254 Ocean Drive, Los Angeles.

En ese momento, Jhonston, Cleary y Esterhazy, con la coordinación de un equipo de natación sincronizada, se levantaron como accionados por resortes y rompieron en cerrada ovación. Mr. McAndrew, tosiendo con afectación, pidió servicio de café y consultó un instante su Choppard de oro mientras las curvas de su secretaria, los muffins y el brebaje humeante, restablecían la calma.

Junto a las dichas disposiciones y esperando su turno, un sobre crema aún cerrado y lacrado, impreso con membrete en relieve y oro de Julien Stardust III con la mención “Abrir el 31 de diciembre de 3000” escrita en tinta verde y bella caligrafía, reposaba sobre la caoba de la sólida mesa que el doctor en leyes Philleas McAndrew había hecho instalar en su sala de juntas. En torno a esta mesa se encontraban todos los afectados menos uno: en efecto, faltaba Tom Sturrock.

–Damas y caballeros –inició el leguleyo tomando el sobre con la devoción de un sacerdote–, es voluntad póstuma de mi cliente, permanecer en criogenización hasta el momento de ser abierto este sobre del que me ha hecho depositario y custodio. Entiendo que sus instrucciones han sido entendidas por todos y, en caso de que esto no fuera así, sigo entendiendo que no tengo por qué explicarles nada más. Y ahora, si me lo permiten –el Choppard volvió a fulgir al ser consultado–, tengo que ocuparme de encontrar al señor Tom Sturrock, 2254 Ocean Drive, Los Angeles, que no tengo la menor idea de quien pueda ser, todo sea dicho, para hacerle entrega de sus poderes y acreditarlo como presidente de la Fundación Stardust. Buenas tardes –salío sin tomarse la pena de dar un portazo.

Seis horas más tarde del fallido portazo, un enjambre de periodistas se agolpaba en torno al 2254 Ocean Drive, Los Angeles, una manufacturera de cartonajes medio en ruinas, en busca del señor Tom Sturrock. Huelga decir que el tal señor Tom Sturrock era un perfecto desconocido en el 2254 Ocean Drive, Los Angeles, y nadie supo dar noticia de él; y en pocas horas, a través de los medios de comunicación, el señor Tom Sturrock, 2254 Ocean Drive, Los Angeles, se convertía sin él olerlo ni beberlo en el personaje más misterioso y buscado de todos los Estados Unidos de Norteámerica.

Sin embargo, una señora que acostumbraba a alimentar a los gatos del barrio, sí que notó la falta de un "homeless" con quien solía parlamentar en sus excursiones gatunas y notar que en su abandonado domicilio de cartones aún se conservaban restos de latas, comida china y hamburguesas medio consumidas. Nadié le preguntó y, por lo tanto, ella pensó que habría muerto.

Ninguna de las pesquisas dio resultado y una cierta congoja, a medida que se aproximaba la fecha de la constitutiva, se fue apoderando de los consejeros de la Fundación Stardust. ¿Quién sería ese maldito Sturrock?

El señor Tom Sturrock, 2254 Ocean Drive, Los Angeles, se presentó, no obstante, por sus propios medios en la ceremonia de constitución de la Fundación Stardust sin previo aviso y no sin ciertos problemas para franquear la entrada, debidos éstos, sobre todo, a su lamentable aspecto. Aunque el mero nombre de Tom Sturrock, pronunciado en alta voz, hizo que temblasen las columnas y los cimientos del palacete neoclásico, sede de la fundación en Las Vegas, y le fuera permitida la entrada, no le salvó de verse acompañado de dos gorilas hasta la sala del consejo de administración.

Una vez instalado a la cabecera de la imponente mesa, el señor Sturrock presidió la asamblea con admirable corrección no exenta de un agudo sentido del humor según los comentarios más generalizados. En una brillante intervención, otorgó poderes por un año al señor Esterhazy de Jhonston, Cleary & Esterhazy de Washington y pidió dos millones de dólares y línea crediticia para dar la vuelta al mundo.

Hubo una ovación cerrada. Todo el mundo se abrazó y en un momento la sala del consejo se hizo una kermesse. Hubo vivas al señor Sturrock, glorias al señor Stardust y la ancianita madre del señor Cleary de Jhonston, Cleary & Esterhazy de Washington, ondeó una banderita con las barras y las estrellas. También saltó alguna discreta lágrima antes de que Sturrock tomase de nuevo la palabra.

–Colegas –comenzó Sturrock–, my dears friends, yo ahora me piro a dar el voltio al planeta. Les convoco aquí para el año que viene: mismo día y a la misma hora; quiero que sean felices como yo lo soy, quiero que hagan mucho dinero como lo hizo el viejo cabrón de Stardust en su día. Y, por último, vayan acondicionando otra cámara de criogénesis junto a la del crápula de Stardust, que es mi deseo utilizarla en breve –carraspeó y se miró las uñas–. ¡Ah!, señor Jhonston, y no se olviden de poner una inscripción a la entrada de la cámara que diga: "NOSOTROS". Have a good day all people.

Y se fue como un Charlot redivivo.

America, sweet America.

jueves, 21 de junio de 2007

CCXCIX... Blanca_L, "El juez"

semana: 8-6-2007
tema: La balanza
ganador: Blanka-L
título: El juez


Los torvos soldados del general Azumbre habían encontrado lo que buscaban y volvían desde las cámaras interiores del Palacio de la Ópera Flotante, hasta el vestíbulo donde los esperaba el general. Volvían rápidos y en grupo compacto, protegiendo, o sirviendo de escolta, a un hombre que venía enmedio de ellos: un individuo mayor vestido de etiqueta, muy pálido, muy flaco, muy decidido, con el ceño fruncido como el que ha tomado una determinación importante y se marcha a pasos largos, dejando mucho atrás.
Benson lo reconoció enseguida: El juez Balanzo, el amigo de la justicia, el servidor de la ley por antonomasia que salía en todos los programas de hiperondas para explicar algunos puntos complicados de las sentencias que se dictaban en los tribunales galácticos. La gente le tenía mucho respeto y lo que él decía se lo pensaban dos veces antes de olvidarlo y hacer lo que buenamente querían. Pero por lo menos se lo pensaban.
l enorme soldado que venía en cabeza del grupo se acercó al general Azumbre.
- ¡Mi general, el juez viene con nosotros por su propia decisión! -dijo en voz alta, para que le oyeran los vigilantes de plantilla de la öpera Flotante, que estaban agrupándose junto a la puerta, nerviosos, mirándose unos a otros, sin saber en qué pierna apoyarse, como si quisieran prepararse para salvar del secuestro al juez usando sus menguadas armas.
- ¡Ah, fantástico! ¡Viene por su propia voluntad! - recalcó Azumbre con su vozarrón de trueno, y se acercó al juez que le dio la mano con gravedad.
- ¿Nos vamos? - dijo el juez y sonrió a los vigilantes - No pasa nada -les dijo-, me marcho con estos... estos amigos. Voy a hacer un comunicado a la prensa ahí afuera. Sí, ahí fuera. Mañana lo leeréis en las noticias.Y se volvió para subir las escaleras hacia la salida.
Azumbre se frotó las manos con una sonrisa.
- Ya ves, Benson -se dirigió al joven que seguía toda la escena a su lado-, desde este momento, en nuestro nuevo planeta hay justicia. ¡La ley se viene con nosotros! ¿Has pensado ya si quieres venirte tú también? Ya sabes que si te unes a nosotros serás libre.
El juez Balanzo, en lo alto de las escaleras, se volvió para mirar lo que dejaba atrás. Levantó los brazos para ajustarse el vuelo de la capa, y por un momento Benson vio que la mano derecha del juez estaba situada, visualmente, sobre la cabeza de Azumbre, y la mano izquierda sobre la de la joven Yanna...Y Benson se imaginó, vio claramente, como si el juez estuviera sopesando, tentando con sus manos, las dos fuerzas principales en la decisión que él, Benson, tenía que tomar:
a) Marcharse con Azumbre a su mundo nuevo, donde sería respetado y podría recuperar una vida normal, aunque no tan libre como le estaban prometiendo, eso seguro.
b) Yanna, la chica enigma que le encantaba y que no era de nadie, tampoco suya, que él supiera... La chica que le ligaba a un mundo gris que le rechazaba a él, que le tenía miedo... La chica que temía a los soldados y que nunca se iría con ellos...
Vaya, se dijo Benson, sólo faltaba que la música empezara a sonar ahora y le echase el puntito dramático a la situación.
Y justo entonces, en el auditorio la música rompió con la obertura de la ópera que tocaba aquella noche y el foyer se llenó de notas dulces y trágicas.
BLANKA-L 12/06/0721:03

domingo, 10 de junio de 2007

CCXCVIII... Asombrillada, "Mensajes"

semana: 1-6-2007
tema: Camisetas
gandora: ASOMBRILLADA
título: "Mensajes"


-SOPORTO ESTOICAMENTE TU INEPTITUD-
La chica llevaba ese mensaje en la pechera de su camiseta.
Me dieron ganas de abofetearla, zis, zas, izquierda, derecha, hasta que le rebotaran los mofletes. ¿Quién era ella para decirme nada? Ni que fuera mi madre. ¡Qué mal me sentó!
Salía del vagón del metro cuando yo entraba. Nos habíamos cruzado alguna otra vez, pero nunca se había mostrado insultante, hasta ayer.
La primera vez que coincidimos, lo recuerdo como si fuera hoy, le pedí ayuda porque mi bono de metro estaba casi sin saldo, y yo no sabía, entonces, qué había que hacer para reemplazarlo.
Pasaba por mi lado. Vestía camisola de flores, larga, con vaqueros amplios. Me pareció una mujer tranquila, asequible, y me acerqué a ella y le expliqué lo que me pasaba; Las máquinas automáticas me resultan tan impersonales con sus instrucciones, que no puedo con ellas, prefiero preguntar a alguien.
Después de varias explicaciones de ella, e intentos por mi parte, me miró raro, y cogió, cómo lo diría yo, con demasiada decisión, el bono viejo que tenía en mis manos, junto con el billete de diez euros, y ella misma hizo la operación. Se lo agradecí, claro.
Otra vez ocurrió en el metro, - aquel día íbamos en la misma dirección, sin megafonía, entre un gentío inmenso. Le pedí por favor que me avisara al llegar a mi parada, y le dije cuál era, porque ese día había olvidado mis lentillasl. Qué le costaba estar un poco pendiente, ¿no? Podría habérselo pedido a otro, pero se dio así.
Ahora que pienso, puede que haya más. A lo mejor es por mi traslado. Son coincidencias que se dan. Trabajamos en la misma empresa, y, desde hace días, somos compañeras de sección.
Pero yo diría que hay más. Son muchos los compañeros que la tratan con recelo. Hoy, por ejemplo, ha traído una de color rosa con letras negras, que va a mosquear a más de uno.
Pone:
- ANDA Y QUE OS ONDULEN, CON LA PERMANÉN-

ASOMBRILLADA 05/06/0712:54

CCXCVII... Hablador, "Aurelio" ... y Blanca_L: "El gigante"

semana: 25-05-2007
tema: La paternidad
ganadores: HABLADOR: "Aurelio", y BLANCA_L: "El gigante"



  • Aurelio
Tan solo una vez Aurelio bajó del monte a la ciudad. El resto de sus treinta y seis años los fue dejando por riscos, majadas y prados de pasto, donde el pastoreo era la única salida. No echaba nada en falta, aunque poco tenía. Ni soñaba un futuro mejor en las innumerables horas de solitaria reflexión junto a las ovejas. Se encontraba tranquilo en su vida de pastor, viviendo con sus padres y un hermano mayor que, como él, se sentía feliz de llevar una vida tan austera como desprovista de sobresaltos.
Su padre y su hermano sí que bajaban a la ciudad un lunes al mes. Acudían al mercado agrícola de Gernika. Fieles a la tradición montaban en el viejo Land Rover y desaparecían camino abajo muy de mañana. Si a la vuelta regresaban por el camino asfaltado ya sabían, su madre y él, que la venta había sido buena y que venían cargados de provisiones. Si por el contrario aparecían entre la polvareda del camino de Nabarniz, se volvían a sus quehaceres tratando de olvidar el hambre que se les avecinaba.
La única vez que Aurelio estuvo en Gernika también fue un lunes de trabajo. Hubo venta, por lo tanto el padre estaba feliz y por ser la primera oportunidad en que bajaba con su hijo pequeño quiso recompensarle. Le dio unas pesetas y le dijo que las gastara bien, que no volviera a casa hasta el día siguiente y que si preguntaba en la calle de la Rua tendría cama y quién sabe si compañía para la noche. De aquel día poco o nada recuerda Aurelio. Sabe que entró en una casa de las llamadas de citas y sabe que bebió cosas de las que desconocía la existencia. Pero de cómo regresó al siguiente día al monte con los suyos no tiene idea.
Diez meses después de aquella experiencia y con ocasión de otro lunes de mercado, su padre volvió con noticias extrañas. Edurne, la hija de Juan Antxon Gasabe, había parido un niño en pecado, sin padre reconocido. Todos sabían que Edurne se dedicaba a la vida nocturna y por eso nadie quiso hacerse cargo del bebé. Pero el padre de Aurelio, tras coincidir con la madre y el niño, había encontrado un parecido sorprendente con su hijo y estaba convencido de que era su nieto.
Durante unos días Aurelio no hizo más que pensar en aquel vacío de su mente que no le dejaba recordar. Si era verdad que había estado con aquella mujer, si las posibilidades de que fuera hijo suyo eran suficientes, tendría que asumir la paternidad y reconocer al niño. Seguramente debería bajar a vivir a la ciudad, buscar un trabajo y casarse. La gente se reiría de él por haber caído en la trampa de una fulana. Lo más posible es que fuera un mal padre, que su hijo no llegara a entender cómo un inculto así podía ser su progenitor. Sería repudiado por la familia de ella, por ella misma y su hijo, y aún así su deber estaba por encima de todo. Asumió el cometido como conclusión y expiación de un error.
Éste arrojo se diluyó enseguida. Las bajadas de los lunes se fueron sucediendo y no se decidió a acompañar a su padre y a su hermano. Ya se contaban diez años desde la noticia. Su padre visitaba y ayudaba regularmente a su nieto y a la madre, pero al regresar a casa callaba y no contaba a Aurelio los progresos del pequeño en el colegio, ni lo rizado que tenía el pelo, ni el color avellana tan dulce que desprendían sus pupilas. Y es que su padre sabía el valor que había que reunir para afrontar la paternidad cuando se es pobre y miserable, y sabía también que su propio hijo no sería nunca capaz de aceptar aquella enorme responsabilidad.

HABLADOR 30/05/0723:36



  • El gigante
Decía mi padre que había un gigante que tenía tres hijas, que dormían con coronas de oro.
El gigante trabajaba en el bosque allanando tesos y abriendo senderos, y cuando terminaba se echaba una pinta onderrok de cervecita en la tapería que habían abierto unos trasgos australes debajo de un peñasco de granito, que les iba muy bien y tenían buena clientela de criaturas sobrehumanas y del inframundo. Era un sitio simpático donde se podía cantar. Por la noche, el gigante volvía contento a su casa y le extañaba la curiosa manera que tenían las cosas de duplicarse, donde antes había un roble ahora había dos, donde había dos piedras, ahora cuatro, y el camino era un un constante problema porque se bifurcaba sin avisar y se empeñaba en inclinarse a un lado y otro, el muy borracho, con lo que le había costado a él enderezarlo todo el día y ahora no había forma de andar por él a derechas. Vamos, que encontraba su casa de milagro.
Sin embargo sus hijas eran únicas para él, y las quería mucho.
Por eso, la noche que aquel jovencito tan simpático se ofreció a acompañarle hasta casa y le ayudó a entenderse con los dobles robles y los dobles caminos, una sensación de amistoso alivio y de confraternidad le invadió, y le hubiera dado un buen abrazo si no fuera porque ya iba un tanto abrazado a sus hombros para no caerse, con lo que su gesto de amistad habría pasado desapercibido.
El gigante se puso a cantar y su horrorosa voz hizo temblar el bosque. Un roble se cayó muerto de risa.
Suavemente, el jovencito, entre canción y canción, empezó a hablarle al gigante de cosas de la vida, de mujeres, del hogar, el amor, los pequeños gigantitos... y así, como si no dijera nada, de pronto le dijo que estaba enamorado de su hija.
La noche quedó en suspenso, horrorizada. El gigante, inmóvil.
- ¿No os equivocáis? - le preguntó al chico, es decir, a los chicos, porque el muchacho, como todo lo demás, se había vuelto torpemente doble y dos sonrisas bobas florecían en medio de sus carrillos blandos como miga de pan ahogada en un estanque oscuro. ¿Cómo le había podido parecer tan simpático aquel pedazo de masa sin forma que retorcía sus cuatro labios delante de él, como si la noche no se hubiera estupendamente estropeado?
- La quiero - dijeron los labios, y había algo tan serio, tan firme, tan definitivo, en los cuatro ojos verdes del chico, que el gigante se impresionó. Era verdad.
El gigante se rascó su nariz roja, pensativo. ¿Era un amor tan grande el que sentía aquel hombrecito, como el que les tenía él a sus pequeñas? Era imposible. Eran sus niñas, las había criado, nunca las había abandonado, las quería. ¿Era un amor mayor? ¿Quizá distinto?
Era la vida que llegaba por la noche, hermosa pero ladrona, pero hermosa, y se empeñaba en continuar partiendo corazones.
- Oh - contestó con un vahído. Se apoyó más fuerte en el brazo del chico y lo encontró firme y amable. Al fin y al cabo, tenía que pasar y más valía que al menos el pequeño gusano que se llevara sus tesoros fuera simpático, como aquellos dos gusanos que le sonreían - Y, decidme, ¿lo saben ellas?
Y continuó su tambaleo por el bosque apoyado en el hombro de los dos muchachos. Al fin y al cabo, se dijo, aunque aquellos dos muchachos se llevaran a dos de sus pequeñas, todavía le quedaría una soltera y la cosa no sería tan mala, se conformó y suspiró.

BLANKA-L 30/05/0723:54

sábado, 26 de mayo de 2007

CCXCVI... Hablador.- "Duda razonable"

semana: 18-05-2007
tema: El balcón
ganador: Hablador
título: Duda razonable

En la explicación de los hechos no se argumenta cómo pudo abrir la puerta del balcón para salir. Se puede conjeturar que estuviera abierta o que en todo caso la manilla no fuera difícil de girar. De cualquier forma se puede asegurar que a duras penas se asomó por la baranda, tal vez apoyara la barbilla en la fría superficie metálica o simplemente contemplara el exterior entre la separación de los barrotes. También es seguro que su atención debió centrarse en algo que le atrajo desde fuera, que regresó dentro para coger carrerilla, que no lo pensó ni un instante y que en alocada carrera saltó por encima de la barandilla como un pura sangre lo haría por encima de un obstáculo en el Grand National.
Una señora se sobresaltó en la calle al escuchar el estruendo tras de sí. El horrible sonido de casquería machacada le hizo recordar la vez que su madre cayó al suelo y se rompió la cadera. Se volvió con rapidez presintiendo que vería algo penoso y su temor resultó minúsculo frente a la visión de un cuerpo reventado contra el asfalto. Como un globo lleno de agua que al explotar esparce su contenido por todas partes, así lo recordaría más tarde. Había sangre en todas direcciones y, espachurrado contra el suelo, un setter inglés de color casi indescriptible, quedaba ante sus ojos desorbitados.
Pudiera ser que las palomas o pajarillos que siempre venían a posarse en la barandilla de su balcón le provocaran con sus aleteos. Podría ser que por unos momentos creyera ser tan ágil como un gato y que nada debía temer porque tendría tantas vidas como éste. Tal vez lo único que quisiera era jugar, o volar ¡por qué no! en el espacio que se abría en aquel gran horizonte que sus ojillos miraban con lánguida envidia. Quién sabe si no fue un acto desesperado de huida por no aguantar más aquella perra vida a que le sometía un amo cruel y déspota. Por qué no pensar que el dueño tuviera algo que ver en la caída. Al fin, quién puede negar que aquel salto representara una decisión reflexionada de un animal al que no le quedaba otro camino que el suicidio.
Todo quedó en la suposición de que el perro se precipitó al vacío tratando de alcanzar a unas palomas. Nadie preguntó al propietario si conocía otras causas posibles.

HABLADOR 20/05/0710:34

viernes, 18 de mayo de 2007

295... Blanka-L, La ventana

semana: 11-5-07
tema: La cajera, el cajero
ganador: Blanka-L
título: La ventana

En el barrio del Soto vivía una viuda pobre en el sótano de un palacio.

El barrio del Soto es rico y barroco, amplio, animado, y tiene grandes casas palaciegas de piedra rosa que, cuando la posguerra, las dividieron para hacer pisos de lujo que ocupó gente bien. Se entra por los grandes portones para carruajes y se llega a unos patios interiores tan amplios que crecen los árboles, anidan las fuentes y serpentean los caminos de arena hasta unos habitan banquitos de madera para los vecinos enamorados. Son auténticos parques enclaustrados entre los muros. Allí dan las ventanas de las cocinas y de los cuartos interiores y todo está en paz.

El sótano de la viuda tenía una ventana a la calle.

La situación es distinta en la calle porque la zona del Soto tiene un exceso de vida comercial y hay mucho tráfico, gente que recorre las aceras arriba y abajo todo el día buscando cosas en los escaparates. Hay dinero, se huele, y hay prisas y muchísimo ruido. Tener un metro de escaparate en El Soto es un gran negocio, eso lo saben los bancos y las grandes firmas comerciales que pagan alquileres fabulosos por cada palmo de terreno que alquilan allí. Pero también, levantas la cabeza y cualquier ventana se puede convertir en un escaparate: ropa de moda, bordados, chucherías frágiles, dulces, telas maravillosas, antigüedades, partituras, abanicos, cosas suaves… Parece que las mujeres prefirieran las ventanas para exponer lo que ellas mismas hacen y venden, porque en aquel barrio hay mucha tradición factora en materia de delicadezas, ya que, en tiempos, las damas venidas a menos sólo se consideraba bien que se ganasen la vida cosiendo y bordando y otras tareas no del todo útiles pero sí bellas.

La viuda tenía una sola hija muy bonita y muy loca, que hacía cajas.

Siempre que paso por El Soto voy a echar una mirada a la ventana de la viuda para ver a la niña. La ventana es grande, un grueso arco a ras de acera con cierre de barrotes por donde, antes, entraban el carbón para las calderas, que lo traían a sacos los carboneros en carros de madera, con caballos peludos con campanillas… Ahora hay calderas de fuel y cristales en la ventana, y el alfeizar, tan ampliamente ancho y profundo como los cimientos de piedra sillar del palacio, es un escaparate de lencería. Camisones bordados, braguitas, sostenes, sedas y encajes blancos brillando en aquella especie de mazmorra.
La hija de la viuda, una chica rubia, se sienta por las tardes en un rincón del escaparate con las piernas descalzas y hace cajitas a la vista del público que se detiene a mirar interesado. Las hace de cartón y las forra de seda de colores y les pone lazos y cintas que les cuelgan, y uno sabe al instante que un buen conjunto de espuma de puntilla de los que hace la viuda, quedará insuperable dentro de una de esas cajas de seda, tanto como luce un buen hombre en un buen coche, y que el detalle le conquistará los favores de cualquier novia que tenga a bien echarse aunque sea dura como una piedra, si es que a uno le gustan duras y altaneras… y se ve que la gente de la calle piensa lo mismo y entran en el sótano de la viuda por el portal y compran, y el negocio va bien.
La jovencita, el reclamo, no habla ni tiene interés en nada que no sea su mundo de cajas. Nos mira sin ver con unos ojos grandes, azules, sonrientes, y sabemos que tiene la cabeza a pájaros, la pobre, tenía que ser así con esos ojos como cielos para perderse en ellos, pero sabemos que se encuentra bien y que está contenta.

viernes, 11 de mayo de 2007

294... EXLUCIFER666 "El doctor Patoso y Mr. Gardel"

semana: 4-5-07
tema: Doble personalidad
ganador: EXLUCIFER666
título: “EL DOCTOR PATOSO Y MR. GARDEL”


El patoso de Pat Oso y Salazar y la bella Gertrudis Iturralde Guimaraes se habían conocido meses atrás cuando el primero, tras tropezar en el andén del tren había incrustado sus conejunos incisivos en los nuevos zapatos de cachemira de la segunda. Es curioso como una visita al zapatero de guardia y a un ortodoncista jubilado pueden unir tanto, pero lo cierto es que al cabo de unas semanas ya tenían fijada fecha para su boda religiosa. Por fin la bella Gertrudis haría realidad el sueño que le había perseguido desde su más tierna infancia: bailar un tango, a los acordes del “Borriquito como tú” el de día de su boda y, a ser posible, con su esposo.
Aunque al patoso de Pat Oso no le atraía nada aquello del bailoteo, ya que tenía los pies más planos que el encefalograma de una mortadela de pavo, lo cierto es que como bien dice el sabio refranero español “Más tiran dos ... que dos carretas”, así que terminó por sucumbir a los deseos de su amada y se matriculó en una “Escuela de bailes de salón, populares, modernos y subacuáticos”. Dicho establecimiento contaba con un gran prestigio entre los miembros más insignes de la farándula y era regentado por un otrora tanguero de fama internacional de nombre artístico “El pibe de las pardelas”, por su pasmosa facilidad para imitar, mientras bailaba el tango, el graznido de tales aves con la única ayuda de la cuenca de su ombligo.
Ya desde los primeros pasos que el patoso de Pat Oso dio a los compases del “El Lago de los Cisnes” el avispado profesor advirtió la enorme “cruz” que le había tocado cargar sobre sus enclenques hombros. Y, con la característica suavidad y tacto latinoamericanos le dijo:
-¿Qué pasa con vos, boludo?, ¡Tenés menos ritmo que las bragas de mi vieja!, ¡La piba no es pa pisála!, ¡No pisála!, ¡Acompañála!, ¡Acompañála!...
Pero todo cambió cuando el patoso de Pat Oso comenzó a practicar el tango. Fue en ese momento cuando “El pibe de las pardelas”, que perdía más aceite que el coche de Colombo, quedó prendado con su movimiento pélvico y no pudo más que, mientras se arrojaba a sus brazos, gritar a los cuatro vientos: ¡Pendejo!, ¡Que grande el enano!, ¡Vos sos mi Gardel!, ¡Éste.... todavía me tiemblan las cani”ll”as con semejante movimiento!, ¡Repetílo!, ¡Repetílo!
Lo último que se supo de ellos es que en una oscura noche se fugaron de la ciudad. Montaron un espectáculo de tango sobre hielo conocido como “El plantígrado Gardel y la piba de las pardelas” que fue representado en los principales cruceros de lujo que surcaron los mares del Sur.
Por lo que se refiere a la bella Gertrudis por fin hizo su sueño realidad. Cansada de esperar ante el altar al hombre de su vida, asió por la pechera al fornido cura del barrio y se marcaron un maravilloso tango a los acordes del “Borriquito como tú”. Hay quien dice que tras aquello el pueblo quedó sin cura, y la bella Gertrudis y su nuevo amor montaron un espectáculo musical conocido como “La bella y el bestia”, donde bailaban tango hasta el amanecer.

jueves, 10 de mayo de 2007

CCXLIII... Jmlvfalco.- Los jueves, milagro

semana: 27-4-2007
tema: La merienda
ganador: JMLVFALCO
título: Los jueves, milagro

Mi merienda escolar favorita (de hecho, la única que comía en toda la semana) era el bocadillo de mantequilla con azúcar. En realidad no era ni siquiera un bocadillo, porque constaba sólo de una rebanada de pan, untada con una gruesa capa de mantequilla, sobre la que discurrían, anárquicos, algunos regueros de azúcar. Esta delicia tocaba los jueves y ya desde la mañana (aunque comprendo que esto podría ser mera sugestión) se desparramaba por toda la escuela el olor inconfundible de la mantequilla y hasta el aire sabía a azúcar.
Los lunes, chocolate, un pedazo de cacao más bien áspero y amargo. Martes, mortadela, ese jamón para pobres. No recuerdo de qué era el bocadillo de los miércoles y no estoy seguro de que el viernes nos diesen alguno. Bajábamos por la gran escalera de madera rechinante como una marabunta y sospecho que no colocaban el canasto de los bocadillos por temor a que lo chafase nuestro desaforado avance. Aquel vetusto entramado de juncos y cáñamo que guardaba trocitos de corteza de pan, como vestigios de una historia que nadie escribiría.
La mantequilla no está de moda. Tuvo su tiempo, por una afamada película de Bertolucci, pero luego vinieron los puritanos de la salud, parapetados tras ese fantasma llamado colesterol, y la encerrarom junto con otros placeres prohibidos. Qué sabrán ellos, que no pueden ni imaginar el gusto sublime de aquella masa intensamente amarilla, compuesta de minúsculas bolitas de pura grasa, cubierta apenas por un velo de azúcar, como una adolescente al tiempo pudorosa y procaz. Había que ver los incisivos del Fofi, mi compañero de pupitre, hundiéndose en la mantequilla como si unas arenas movedizas quisieran comérselo entero y su caballo árabe no pudiese rescatarlo. El Fofi, que venía de hacer el ridículo en la clase de música, cuando cantábamos a coro un estribillo y, a la indicación de bis, los demás repetíamos el fragmento mientras que él se desgañitaba cantando ¡BI-IS!, como otra parte de la letra. Cero en canto, pero en paladear mantequilla no tenía rival.
En una ocasión se me cayó la rebanada de pan con mantequilla, naturalmente boca abajo, como prescriben los cánones de la desgracia. Volví desesperado al canasto, pero ya no quedaban muestras del manjar, y decidí comerme la rebanada caída, abrazando la tímida esperanza de que el azúcar hubiese frenado el ataque de la suciedad. Pero otro alumno menos escrupuloso (y más rápido de reflejos) había recogido la rebanada y ya la tenía prácticamente engullida: por la comisura izquierda le asomaba el prodigio de una lengua amarilla y otra lengua carnosa, la de siempre, dibujó un trazo de guadaña, de derecha a izquierda, para rebañar la excrecencia contra natura, y el alumno recobró la facultad del habla aunque continuó con los ojos en blanco durante unos segundos.
Dudo mucho que el Fofi o el arrojado roba-mantequillas hayan muerto a causa del colesterol, pero yo sí estoy menos vivo que entonces. La línea del horizonte ya no es una frontera estanca, sino una débil irregularidad del paisaje. Ya sé que esto refleja un decaimiento de mi agudeza visual, pero sucede que la mantequilla retrocede ante la basura cursi llamada margarina, y constato entonces que no sólo decaigo yo, sino todo cuanto me rodea. Ya no formo parte de una marabunta que se abalanza sobre bocadillos de mantequilla con la certeza pueril de que nada malo puede ocurrir y a veces me atenaza la convicción de que todo es extraño o deleznable, o al menos indigno de ser comparado con el grosor divino de aquellas túnicas de mantequilla. Porque el Fofi llamaba al bocadillo de los jueves la túnica sagrada, y el tipo cantaba fatal, pero en materia de mantequilla era un filósofo imprescindible.
No sé dónde fue el canasto de las meriendas, aunque me gusta pensar que un perfumista avezado todavía podría detectar el finísimo aroma de mantequilla y azúcar que todos los jueves m me azuzaba como una promesa.

jmlvfalco 30/04/0722:09

viernes, 27 de abril de 2007

CCXCII... Blanka-L.- ¡Agua va!

semana: 20-4-07
tema: Capa y espada.- Formato teatro

ganador: Blanka-L "¡Agua va!"

segundo: Martinidry "EL CANTO DEL ABURRIDO O POR LA GLORIA DE SU MADRE QUE, SALVO EN ESTO, SIEMPRE FUE UNA SANTA."

tercero: Gemmayla "Enredo, carácter, figurón y capay espada en una sola jornada y acto",
y Sonetodecuerda "Por un tintero"



"¡Agua va!"

DON DIEGO.— Hermano, bienvenido sea el calor que hace, tan sofocante, que nos ha traído bajo a bañarnos en este río ameno, en esta poza del molino del pueblo, como cuando éramos niños. Bendito sea el verano.
»Lejos las ropas, allí en aquellas piedras. Mi capa y mi espada, mis sedas, los estrechos borceguíes… Tu hábito asfixiante, la religiosa cogulla, los guantes… Lejos toda costumbre, lejos nuestros cargos mundanos, nuestro rango, nuestros pesados honores; lejos nuestras obligaciones y lejos, muy lejos de nosotros nuestras diferencias y nuestra discusión interminable sobre aquella pecadora mujer, o mujer pecadora que tenemos que juzgar…
»Hermano, deja todo y disfruta del agua y del sol… ¡Fuera esa discusión! ¡Qué alivio!
»Estamos solos, desnudos y el río se lleva lo que la tierra nos añade para burlarse de nosotros, nuestra pequeña y sucia condición manchada de barro. Y esa agua no volverá nunca, así que estamos limpios, somos dos hombres nuevos, los mismos dos queridos hermanos, lejos uno del otro tanto tiempo por los viajes, los estudios, la vida… Ahora somos hombres, pero nos lavamos el pasado y nos quedamos otra vez iguales en condición: niños, sencillos y desnudos, con los ojos limpios.
»Bendita sea la naturaleza y bendito seas tú, que siempre me ganas en estas lides de nadar. ¿Por qué te dio mi padre esos brazos tan largos, y mi madre esa nariz tan importante que sobresale del agua en cualquier circunstancia? ¡Reverendísima nariz la vuestra, reverendo hermano! ¡Dones que me negaron a mí, y así nunca puedo ganar!
EL INQUISIDOR.— ¡Regalos son de Dios! Él te da esta poza del molino para que te serenes y puedas ver su belleza, y así aplicarás Su ley, por encima de todas las cosas, tal como te estoy diciendo desde anoche. ¡Qué discusión tan cansada! ¡Qué ceguera! ¿No ves la providencia divina lo mucho que nos quiere y que nos regala? Es para que veamos un poco de lo mucho que nos tiene reservados y no aflojemos ni un punto así de nuestra obligación de juzgar bien según la Ley Divina.
»Y, por cierto, que aunque vos seáis el menor no es más pequeña vuestra excelente barriga, Su Excelencia. La magistratura le ha sentado de vicio a usarcé, señor hermano, y con esa ventaja en el arte de flotar, veo que me ganáis, que me ganáis sin que yo me dé cuenta. ¡Traidor!
DON DIEGO.— ¡Vive Dios que habéis de probar lo que es la ley de la naturaleza! ¡Agua va!
EL INQUISIDOR.— ¡Pequeño villano! ¡Habéis de rendiros a la Ley de Dios en el tormento! ¡Agua que os torna allá!
DON DIEGO.— ¡Hermano, hermano, tente, espera! ¡Que me ahogas! ¿No oyes como un ruido allá en la orilla? ¿Como una risa?
EL INQUISIDOR.— ¡Ahogaros debíais más aprisa! ¿Qué decís? ¿Qué ruido? No oigo yo nada.
DON DIEGO.— ¡Las ropa! ¡La ropa, hermano mío, hermano mayor, hermano desnudo y desprevenido! Que mientras estábamos los dos aquí hablando de leyes y de divinidades y de dones, ha llegado por el camino alguno más listo y más necesitado que nosotros y nos ha guindado lo que teníamos en pertenencia. ¡Nos lo han quitado todo!
EL INQUISIDOR.— ¡Laus Deo! ¡Ide detrás de él, aprisa, aprisa! Recuperadlo o tendremos que esperar a la noche para salirnos de esta agua tan fría ¡¡¡¡
DON DIEGO.— No me empujéis, buen amigo, que no puede la dignidad de mi magistratura salir corriendo in puribus impunemente por todos los contornos detrás de los mozuelos y los pillos del pueblo.
EL INQUISIDOR.— ¡Oh Dios!
DON DIEGO.— Ese, ese ha debido ser, para nuestro pequeño escarnio y un poco de escarmiento.

viernes, 20 de abril de 2007

CCXCI... Blanka-L.- Aventuras de Mateo

semana: 13-4-07
tema: El escarabajo de oro
ganador: Blanca_L
título: "Aventuras de Mateo"

Esa noche llovía. El concesionario de la Crisler-Paka, todo acero pulido y vidrio azul, estaba ya cerrado y oscuro como la tinta. Las ráfagas de agua lamían la fachada con aburrimiento; allí no había nada entretenido: ni ventanas que abrir con crujidos siniestros, ni balcones donde remansarse y jugar con el barro de las macetas, ni cañerías de desagüe para bajar silbando a cien por hora como un fórmula uno, ni siquiera una triste gárgola de adorno que vomitase con melancolía… Allí sólo había cristales pulidos, y dentro sólo había silencio. Los mecánicos estaban en su casa, las máquinas dormían y callaban, el guarda de noche hacía un solitario en la garita y el gato se divertía jugando con las cucarachas, porque le gustaban mucho las cucarachas: las acechaba, saltaba sobre ellas cuando más descuidadas estaban, las despanzurraba de un zarpazo y se las comía. Buen provecho. Pero en la oficina interior, Mateo el contable trabajaba a toda marcha. Le faltaban cien euros del balance, y sudaba y se afanaba contando hasta con los dedos pero no encontraba el error. Pobre Mateo. Era un hombre mayor, bajito y grueso, con treinta años de trabajo a las espaldas, que las tenía curvadas de tanto estar inclinado sobre la mesa; su pequeña calva aparecía roja de vergüenza, los pelos de la nuca todos erizados y las redondas gafas de oro patrullando arriba y abajo por los papeles en un esfuerzo para ver todos los datos al mismo tiempo. Su trabajo, aquella gorda bola de números de todos los días, era importante para él, no por nada sino por pundonor profesional y porque el dinero era importante. Muy importante. Sí. Un rayo cortó el aire y un ruido horrible sacudió la carcasa de cristales del edificio hasta los cimientos. Mateo se asustó y se puso en pie de un salto. ¿Qué había sido eso? Necesitó un minuto entero para volver a la realidad y darse cuenta de que sólo había sido un trueno. En el silencio asustado que siguió, una moneda se le cayó del bolsillo y tintineó por el suelo. Mateo ya había tenido bastantes pérdidas por esa noche. Gruñó y se agachó deprisa a buscarla. Eran sólo diez céntimos, una pequeña moneda dorada que sorteaba las patas de los muebles, pero el contable correteó detrás con sus piernecitas cortas… y ella se escondió debajo de la mesa con un contoneo burlón
—Plic plic plic —se rió.
El dinero era importante para Mateo. Estaba convencido de que él era una pieza de oro en el sistema económico, y que sus diez céntimos tenían todo el valor de diez céntimos sanos y buenos de pleno significado en el equilibrio de la masa monetaria nacional e internacional… y además se había reído de él… así que se puso a cuatro patas y la persiguió por todo el suelo.
—¡Ven aquí, bribona! —le gritó.
La importancia de la moneda se hacía patente en que cada vez se iba volviendo más grande, más redonda, más dorada… tan grande como un cojín, luego como una rueda de bicicleta…
—¡Te pillaré, sinvergüenza!
Pasaron los dos corriendo por debajo de una silla, por debajo de la mesa, junto al borde de la alfombra, larga como una carretera, mientras que la moneda tenía ya el tamaño de un tonel de bodega…
—¡Cuando te coja, te fundo! —le chilló con vocecita de ratón a la moneda, enorme, enorme, que había tropezado en el umbral metálico de la puerta de la habitación y vacilaba.
Con un último esfuerzo Mateo saltó sobre ella y la empujó, la empujó, hasta que ella perdió la vertical y se cayó arrastrando por el suelo, con él encima como navegando en la arena dorada de una plaza de toros…
—¡Ya te tengo!
Y el gato, que observaba muy atento el nuevo especimen de escarabajo patrón oro, le echó la pata encima y lo atravesó suavemente con su garra central, que era la más afilada, y se lo acercó a los ojos para mirarlo bien, a ver si en definitiva iba a ser comestible, o mejor no.

viernes, 13 de abril de 2007

CCXC... Yuyuwana.- Sonchexuel y la libido de la marrana

semana: 6-4-2007
tema: la Vanidad
ganadora: YUYUWANA
título: Sonchexuel y la libido de la marrana

No es que fuera gran cosa la marrana, aunque había mejorado mucho desde que Marutzi la trajese hasta la granja allá por el mes de abril, pero en los últimos tiempos no dejaba de rondarle por la cabeza que algo iba a suceder. Algo malo, claro. Y esto no los dejaba descansar en paz.
Sonchexuel le preguntaba cada noche antes de dormir a Marutzi como había encontrado los andares de la jamona entre el trigal. Y Marutzi, harta de contestar siempre lo mismo que el día anterior (entendamos: “pues ni bien ni mal, Sonchi, ni demasiado “curá” ni demasiado “engrosá”, pero siempre mu perdía entre el trigá) optaba por un silencio aborregado por mucho que sintiese sus carnes agitadas por el asir y el tirar de su machorro.
Pero como todo el mundo tiene un límite y Marutzi no quería descubrir el suyo, decidió observar detenidamente a la criatura, a ver si realmente le notaba algo extraño en el comportamiento y así encontrarse en razones con Sonchexuel o definitivamente desterrarlo hasta el camastro de la primera habitación de primos, desocupada desde que viniesen los parientes para celebrar difuntos.
Era blanquecita, oblonga pero atonelada, con patas cortas y rastreras terminadas en pezuñas bien formadas. Mirada por delante era concéntrica y reconcentrada, de ojillos de cochino malintencionado y ligeramente fatuo. Por detrás era otra cosa. De andares graciosos, incluso melodiosos con su clip-clop-clip. Lozana y merengadita. ¡Como dos cochinos, vamos!
Dejándose seducir por sus graciosos jamones, la siguió por entre el trigal, plantado y a punto de recolectar, sin que se le adelantase demasiado, por temor a perderla de vista, ni dejándose adelantar, no fuera la desconfiada puerca a pensar que la espiaban…
Fue de tal forma que descubrió en el sembrado vecino, otro cochino como no había igual. Era enorme, como un caballo pequeño, o un mulo, de patas impresionantes y transfiguradotas del lugar por donde hollaban. De porte papal, interesante sin querer aparentarlo, o así se lo pareció a la muy humana Marutzi.
Así de rápido se dio cuenta de los tejemanejes de su marranita, que puerca sería, pero no tonta y si muy hembra.
Aquella noche se lo comentó a Sonchexuel en la cama, antes de que le preguntase nada y para ventura del hombre que chingó cuando esperaba el destierro… Y con lechoncitos para la próxima primavera.
Y a otro lado a joder la marrana.

YUYUWANA 11/04/0719:06