viernes, 28 de septiembre de 2007

CCCX... Alias-Abc "El reloj de arena de Mendes Peñarol"

semana: 31-08-2007
tema: Reloj de arena
ganador: ALIAS-ABC
título: EL RELOJ DE ARENA DE MENDES PEÑAROL.

Los dedos de Mistery Nurse arrastraron el deslizador de la cremallera haciendo que se detuviera brevemente en cada diente de la malla, un beso de labios metálicos cada vez, en la bota de cuero de tacón afilado. El viento de aquella noche de Agosto revolvió su madeja de bucles castaños en la azotea de aquel edificio de ladrillo visto. No se vislumbraban las estrellas. En la gran ciudad siempre era difícil verlas si uno las buscaba en el firmamento. Se llevó las manos a las medias blancas para comprobar que llevaba los ligueros bien puestos, las agujas hipodérmicas en su sitio, la insulina, un pequeño reloj de arena y el traje de cuero negro bien ajustado. Puso el reproductor mp3 en marcha y miró hacia el pacífico mar de luces artificiales que tenía delante mientras sonaban los primeros acordes de “Little Wing” de Hendrix. Midió la distancia entre azoteas. Tomó carrerilla y saltó como una pantera hacia la siguiente, iniciando una vertiginosa carrera en las azoteas de la urbe pucelana. Si algún paseante nocturno miraba inesperadamente hacia arriba sólo vería un fugaz borrón negro o, tal vez, recordaría la leyenda urbana de una superheroína vestida de enfermera que el “Times” había bautizado como “The Mistery Nurse” y que el pueblo de la ciudad natal de Delibes había tomado como nombre para ella.

La prensa del país se había hecho eco de la llegada de Mendes Peñarol, el dictador que gobernaba con puño de hierro el otrora idílico paraje caribeño de Distopía, a la ciudad para someterse a una operación. Mistery Nurse, a través de sus contactos, tuvo acceso a las pruebas médicas que se le realizaron aquella mañana. “El jodido viejo – pensó mientras echaba un vistazo profesional a la angiofluoresceingrafía – está perdiendo la vista por una diabetes”.

Sus músculos se tensaron mientras adoptaba una posición felina frente al palacete donde habían alojado al dictador. Miró hacia el suelo. Guardias: Varias parejas de uniformados vigilaban el perímetro, moviéndose. Llevaban radios. No podría anularlos a todos antes de que dieran la alarma. Sus ojos se movieron a través de la fachada buscando alguna ventana abierta. Por fortuna varias de ellas permanecían abiertas, aunque el palacete estaba demasiado lejos para llegar saltando. Los alrededores ofrecían pocas posibilidades. Por suerte el palacete y la zona añeja eran objeto de una alta protección gubernativa por su interés cultural, por lo que aún había cables de alta tensión que sobrevivían ante la falta de eléctricas asociaciones de vecinos, la ardua tarea de bregar con el papeleo necesario para soterrarlos y la absoluta falta de interés por parte de casi cualquiera. Uno de esos cables unía los dos edificios. Mistery se movió sobre el filo de la azotea como si fuera una pasarela de desfiles, se plantó justo debajo e hizo el pino para poder colgarse del cable con sus botas de cuero. Cuando estuvo lista, pasó las canciones del reproductor mp3 hasta que empezó a sonar “La cabalgata de las Valkirias” de Wagner. Palpó con los dedos de la mano derecha el vació. Durante un momento titubeo: No recordaba si las niñas se habían acostado antes de irse. Tal vez hubieran notado su extraña ausencia. Desechó el pensamiento y se concentró en su objetivo dejándose caer. La inercia de su peso hizo que fuera deslizándose en el cable de alta tensión hasta el palacete como una chispa, mientras los guardias que vigilaban a ras de suelo no sospechaban lo que acontecía sobre sus cabeza. Apenas hacía ruido sobre las viejas tabillas de madera del suelo. Era menuda, era rápida y era ágil. Localizó la cama de Mendes y antes de que este pudiera gritar la mano de Mistery tapaba la boca del pequeño y frágil Dictador de Distopía, mientras con la otra le inyectaba una dosis lo suficientemente alta de insulina como para que se quedara en coma para el resto de sus días.

Contempló sus ojos mientras se debatía. Sacó el reloj de Arena y lo depositó, en una mesilla de noche cercana, a la vista de aquel quebradizo anciano.

- Tu vida se escapa como esos granos de arena, Mendes. Y nadie puede dar la vuelta a tu destino. La arena de ese reloj es lo último que verás de Distopía, pues procede de allí.

Mientras se estiraba con parsimonia el traje pensó que tal vez por la mañana acudiría a ver al Padre Alonso, el único hombre santo a su entender, que oficiaba en una pequeña e íntima iglesia en la que Mistery confesaba regularmente sus pequeñas aventuras: El padre ponía la conciencia y ella la acción.

Respiró el aire desde el techado, tiró unas cuantas tejas en la parte posterior para llamar la atención de la guardia y en pequeños saltos sobre el alfeizar de las ventanas llegó al suelo. Un disparo rebotó en la esquina que acababa de doblar.

Podía ser que esta vez la cogieran. Podía ser… y emitió un aullido animal que paralizó brevemente a sus perseguidores mientras en el mp3 sonaba “Esta noche no se duerme” de Los Suaves.

04/09/2007, 6:09

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