semana: 29-12-2006
tema: El idiota
ganador: Blanka-L
título: "El tonto del pueblo de al lado
Epifanio el tonto era feo y desdentado y, cuando comía galletas, salpicaba perdigones alrededor y se reía: “La jodí, la jodí¡¡¡”, y cogía otra.
Se sabía el santoral de memoria. En verano salía por el pueblo con su pata coja, por el paseo de la playa adelante, a tomar el fresco y una horchata cuando tenía con qué, porque su madre, que era ya muy vieja, no le podía dar casi nada. Se sentaba a jugar con los perros y miraba las estrellas, y cuando veía una chica guapa la perseguía diciéndole al oído:
— ¿Cómo te llamas? ¿Cómo te llamas? ¡Dame una perrica y te digo tu día!
Las niñas se asustaban de verlo detrás de ellas, tan feo y sin dientes, pero las mamás avisaban: “No pasa nada, es el Epi, pobrecillo, dile tu nombre y te dice qué día es tu santo”. Y las niñas se lo decían: “¡Yo,Sonia! ¡Yo, Marisa! ¡Yo, Alejandra! ¡Yo, Antonia!”
— ¡Antonia! ¡Antoñica! ¡Ése me lo sé!—se reía y farfullaba contento— ¡Tú, el diecisiete de enero! Porque san Antonio Abad nació en Egipto hacia el año doscientos cincuenta, ‘distrimbuyó’ sus bienes y se retiró al desierto donde comenzó a llevar una vida de ‘osceridad’ y penitencia. Reunió a muchos discípulos, supo confortar a muchos confesores durante la ‘presencución’ del Diocleciano y apoyó firmemente a San Atanasio en sus luchas contra los ‘marranos’... ¡Yastá! —y ponía la mano arrugada para recoger la perrica, la moneda.
Tremendas carcajadas se levantaban entre las chicas.
— ¡Pero yo soy de octubre! —protestaba la Antoñita, sabidilla.
— ¡Ah, San Antonio María Claret, obispo y fundador! —rectificaba rápido Epi manteniendo firme el tipo— El veinticuatro de octubre con Audacto y Jenaro presbíteros; Séptimo, Fortunato, Aretas, Marcos, Poncia, Petronila, Soterica, Valentín, mártires; Proclo, Magario, Bernardo, Calvo, Evaristo, obispos; Martín, abad y Nicéforo, monje… ¡Yastá! Antoñica, dame la perrica ¡¡¡
Antoñita alzaba la nariz y no le daba nada porque no había acertado a la primera y era un tonto, pero las amigas se reían y hacían coro: “Antoñita, dale la perrica¡¡¡ Dale al Epi la perrica, Antoñita”, y la chica se sofocaba y se rendía, y le daba unos céntimos para que se fuera.
— No la jodí, no la jodí¡¡¡ —se largaba el Epi muy contento, y se comía otra galleta y salpicaba de migas todo el contorno en dos toesas, sin importarle que cayeran sobre los niños, sobre la chaqueta del alcalde que pasaba o en la cabeza de la jipi que enfilaba collares sentada en el suelo, porque las migas babadas eran su forma democrática de participar en la vida de su pueblo.
jueves, 15 de marzo de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario