sábado, 17 de marzo de 2007

CCLXXXIII ... Yuyuwana.- "Tomasa"

semana: 16-2-2007
tema: Chocolate
ganadora: Yuyuwana
título: "Tomasa"

Tomasa era la negra linda de la plantación, de crujiente delantal blanco sobre pulcro algodón rojo, “Amapola”, como solían llamarla los lugareños, acostumbrados a los tintes coloridos de la niña.
No se sentaba plácida sobre el porche, que tenía ambas manos ocupadas en amasar el plumón recién arrancado de las aves del corral, intentando sin conseguirlo separar las más suaves, de las de caña picajosa y poco adecuada para almohadón fino. Atrapaba en sus carrillos hinchados la carcajada de pura alegría que estaba a punto de escapar de sus dientes revoltosos y aserrados, hasta que ya no pudo más y soltó una rotunda y trotona risa.
Se comenzaron a escapar entonces, como si tuvieran voluntad propia, las plumitas más ligeras y blanditas que tan afanosamente se había dedicado a atrapar en su delantal. Pero cuanto más era su empeño, mayor risa le entraba, así que dejándose caer sobre la tarima del porche, se llevó ambas manos a la boca entre sonrisa sofocada y verdadero horror al ver, entremezclados con las plumas que rápidamente la abandonaban, diminutas perlas tostadas fruto de su risa jocosa y el dulce chocolate que todavía, en su boca, saboreaba.
“Serán las plumas más dulces que jamás hayan salido de esta casa” pensó la negra Tomasa, mientras enjugaba de nuevo, entre sus manos canelas, las plumas blancas. Y como si de una bendición se tratase, confeccionó con aquellas risueñas plumas, de agradable aroma, un precioso cojín todo lleno de colores. Verde y marrón y rojo amapola, como no podría ser de otra forma, y amarillo limón y azul mar y rosa. Era todo el del más suave algodón, con los apliques de lino y tafetán y algún que otro de seda.
Y como no podía ver el cojín sin que la risa le brotase de los labios, decidió la niña Tomasa, que para ella se lo quedaría. Que muy pocos se pueden dar el lujo de disfrutar de un cojín lleno de plumas risueñas como aquel. Así que desde entonces se lo lleva al porche y lo deja sobre el suelo, donde se sienta, y mientras se deleita con la dulce amargura del chocolate-café, pringa las plumas blancas de perlas canela.
Y sigue pensando “Serán las plumas más dulces que jamás hayan salido de esta casa”, mientras no deja de sofocar su risa.
Por eso, siempre que me voy a acostar, lo hago con especial deleite, y siempre, cada noche, antes de dormirme, espero paciente y escucho la risa sofocada de las plumas encerradas en mi almohadón, bendecidas por perlitas negras de la alegre Tomasa.

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